Para conocer África en toda su magnitud, hay que conocer la ciudad de Lagos en Nigeria. Ni chozas ni leones ni selva ni sabana. Imaginaos una inmensa metrópoli de Occidente pero… al estilo africano. Rica, pobre, descomunal, superpoblada, comercial, rápida y, quizá para algunos, agobiante. Bienvenidos a una de las ciudades más grandes del continente negro.
Nos alejamos de las montañas y lagos de Kirguistán para volver a África pero no a una África cualquiera sino a una que recibe las opiniones más extremas. Hablamos en concreto de su city con más habitantes y la que fuera, hasta 1991, la capital de Nigeria, un país al que se le profesa mucho amor o mucho rechazo. ¡Vamos allá!
África tiene muchas aristas y Lagos es uno de esos lugares en los que eres consciente de los grandes contrastes, de que la imagen que tenemos en la mente de este continente se distorsiona. No es un sitio para todo el mundo, creedme. La gente es distinta y el ritmo diferente.
Esta megacity se encuentra al Suroeste de Nigeria y se compone de diversas islas y una parte continental que se conectan entre sí a través de algunos de los puentes más largos de África como el Third Mainland Bridge que casi llega a los 12 kilómetros. Todo un mar de cemento, cruces, agua, polución, rascacielos, gente, vehículos (desde los coches más lujosos hasta los más denostados tuk-tuks)… Donde no faltan su catedral, su mezquita, sus restaurantes de lujo, sus mercados y algún que otro parquecillo como el Freedom Park.
Es una especie de mezcla entre Hong-Kong en China y Abidjan en Costa de Marfil por hacer una comparación. Al llegar, me sentí como imagino que podría sentirse una persona subsahariana de ciudad al llegar a Madrid o a Barcelona: Estás en una ciudad, sí, el ritmo es parecido, sí, el entorno de alguna forma también, sí, pero… al mismo tiempo todo es distinto. Es una sensación curiosa que no había sentido en muchos lugares. Después, cuando captas su esencia, todo vuelve a la normalidad, te integras y te adaptas.
Puede llegar a ser abrumador para aquél que se imaginaba unas humildes chozas en una tranquila aldea de tierras rojizas rodeadas de selva donde predominan los tonos marrones y verdes arropados por el eterno azul del cielo. En Lagos el color predominante es el gris aunque no por ello carece de su propio encanto.
Una de las áreas más transitadas de la ciudad es la Isla de Lagos. Madre mía, es como una ciudad-mercado. Bullicio, suciedad, edificios altos…. pero también hogar del mercado de Balogun, en el que los maniquíes que asoman por las calles tienen los pechos enooooormes, y del Iga Idunganran Palace (residencia oficial del Oba -rey- de Lagos).
Precisamente por ese mercado iba yo caminando alegremente con la amiga viajera que me acompañaba cuando, de repente, un nigeriano de tamaño 2×2 que salió de un puestecillo la agarró del brazo con fuerza y tiró de ella a la vez que se reía a carcajadas con los ojos desorbitados y la boca bien abierta. Fue un momento de bastante tensión porque yo fui hacia él para que la soltase pero el maromo este se aferraba cada vez más y se la quería llevar a saber dónde. Tras un forcejeo, unos gritos y otras carcajadas diabólicas suyas después, conseguimos zafarnos del nuevo “amigo”.
En el otro lado de la moneda, encontramos la Isla Victoria. Tranquila, llena de hoteles, zonas residenciales de lujo, centros comerciales, restaurantes que quitan el hipo…
Los contrastes de Lagos son brutales. Barrios de extrema pobreza y de extrema exuberancia compartiendo una gigantesca extensión de terreno. Nuevas perspectivas para los amantes de este continente y para todo aquel interesado en conocer nuestro mundo.
Y, por hoy, os dejo pero la semana que viene os hablaré de sus gentes y os sacaré de la ciudad para que veáis que no todo es cemento aquí. Hay mucho más.
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