En apenas dos semanas, 2015 trazó con puño firme el territorio de frontera donde se cruza la prensa impresa que conmueve y el poder tecnológico que suscita grandes debates.

Madrid vivió el espantoso mazazo terrorista en el peor de los escenarios, a tres días de las elecciones generales, el 11 de marzo de 2004. Fue el mayor atentado terrorista perpetrado jamás en España. 191 muertos y más de 1.500 heridos dejaron familias rotas, proyectos de vida truncados, desesperanza, abatimiento y días de tristeza infinita que costó superar. Quedaron heridas muy profundas. Pero fue también la historia de la solidaridad, la de los héroes anónimos, la de quienes alumbraron la vida en medio de la muerte más atroz.
 
En aquel momento , y por primera vez desde el golpe frustrado del 23-F, Juan Carlos I volvió a dirigirse a la nación en un momento crítico pidiendo a la vez unidad, firmeza y serenidad frente a la extrema crueldad de los asesinos. Una inmensa solidaridad recorrió España con mareas humanas. París ha comprendido bien aquel momento, así como el dolor profundo que envuelve siempre a las víctimas del terrorismo: un sufrimiento y una tristeza que conmueve y sobrecoge.

Los asesinatos despiadados en Francia dejaron las secuencias en los vídeos de una guerra desatada por el terrorismo islamista. En el entierro de las víctimas, el presidente, François Hollande, y el primer ministro, Manuel Valls, respopndieron  a este desafío con medidas excepcionales. Francia ya ha anunciado que aplicará por su cuenta el registro de pasajeros de aviones.

Ante los féretros de los tres policías asesinados, condecorados con la Legión de Honor, François Hollande destacó sus vidas humanas: un experto guardaespaldas francés metropolitano, una joven de la Martinica y un agente de origen argelino. “Representantes de la diversidad de nuestro país”, dijo el presidente, anunciando que Francia será implacable "ante el antisemitismo y los actos antimusulmanes

En la Asamblea Nacional, el minuto de silencio por las víctimas fue roto por las voces que rompieron a cantar La Marsellesa. Nunca se había producido un momento así desde 1918. Manuel Valls desgranó las medidas “nunca de una excepción que derogue los principios del derecho y los valores”, pero sí para hacer frente a “una situación excepcional”.

“Francia no está en guerra contra una religión, no está en guerra contra el Islam y los musulmanes, sino contra el terrorismo”, proclamó. Francia ha decidido fortalecer los servicios de información -tras el sorprendente fracaso en un caso como el de los hermanos Kouachi -, movilizar a 122.000 militares y policías para la protección permanente de puntos sensibles y espacios públicos, concentración carcelaria para el colectivo de presos yihadistas, y control de los 1.250 franceses o residentes en Francia que figuran en las redes del yihadismo en Siria e Irak (con adhesión a Al Qaeda e ISIS –Estado Islámico de Irak y el Levante-). Prioridad también de Francia a la lucha contra el antisemitismo en promesa de protección a la comunidad judía.

Francia tiene las mayores poblaciones judías (600.000) y musulmanas (cinco millones) de Europa. En ningún otro país se vive de forma más intensa el drama del choque de Israel y Palestina, la paz que se anhela y se frustra. Francia es el escenario también del impacto de las guerras fallidas en Oriente Medio, las últimas las de Irak y Siria, las más cruelas y salvajes.

Dejaron derrumbe, muerte y caos. Han creado un profundo antisemitismo. Y, todavía peor, han alumbrando un nuevo radicalismo criminal, el más dramático, el surgido en Europa. Francia, atónita, sobrecogida, ha descubierto este odio sin piedad. Es el homenaje que vive hoy París agotando la edición de Charlie Hebdo. Una lectura a borbotones, entre la sátira y el humor ácido, inteligente y brillante, y las lágrimas por las balas que una y otra vez -como narró Hechos de Hoy– rompieron los lápices y convirtieron la Redacción en un baño de sangre.