All that glitters is gold
And she’s buying a stairway to heaven
When she gets there she knows
(Starway to Heaven, Led Zeppelin)
Oía a una de las organizadoras por la radio. Se trataba de la cita anual sevillana de venta de dulces de clausura. Diecinueve conventos de clausura exponen el trabajo de sus manos en el Alcázar de Sevilla para que puedan ser vendidos y ganar con esta venta algunos euros con los que tirar los próximos meses.
Claudia sonaba entusiasmada por la radio: la organización, la tradición tan andaluza, los sabores y los olores; y los dulces sin lactosa de las Carmelitas de Utrera; los voluntarios – 115 – y recoger el testigo de su madre.
Y de pronto, como en las series televisivas un giro inesperado. Está hablando de una magna muestra que puede sonar a ONG, o a acto de marketing y burla el tópico y se planta para hablarnos de ellas, de las protagonistas ocultas.
Son monjas de clausura y su misión es –nos lo dice sin más contemplaciones– la contemplación. Y los subraya. “ellas me dicen que se pasan el día rezando por todo el mundo”.
Su oración no tiene horizontes, porque no los tiene el amor de Dios. Y el amor a Dios.
Contemplar, quedarse mirando con amor, con humildad a Quien dentro del corazón se lleva y se alaba. Y entonces, entre mirada y mirada surge la petición por todos de una mujer que se tiene por nada.
Contemplar es detener el tiempo en el borde interior del infinito. A otra escala lo saben los artistas, lo viven las madres ante su bebé dormido. Los ojos ven, pero la que mira es el alma, que al mirar se admira, se embebe y se desborda sin sentir más que pedir que eso nunca se acabe.
No hay enamorado verdadero si no hay contemplación. Ella vierte el amor profundo con la luz de sus ojos que él devuelve aumentada en el arder de los suyos.
En la contemplación se ve más allá del más acá. Por eso no es monopolio. Ni ellas, en su clausura, quieren que lo sea. La celda puede ser nuestro mundo de cada día, el oratorio la propia calle, el campo un cielo si uno se mira dentro para buscar la Verdad, la Belleza que nada puede igualar.
No extraña la dulzura de los Dulces de Convento que se venderán – modesto celestial beneficio – del 6 al 9 de diciembre en el Alcázar de Sevilla, pues antes que en el horno de leña, ardieron de sabor divino en la contemplación del que da sentido a lo que hacemos.
La escalera al Cielo no tiene peldaños, que son nuestras obras, canciones, sonrisas, perdones nacidos de oración las que los hacen en este día; no en el de ayer que no está; no en el de mañana que no llegó, si no en la contemplación que ahora, cada ahora nuestro, siembra de paz las orillas interiores de nuestro infinito.
Si se siembra paz, paz se cosecha. Muy dulce.
Idea fuente: Dulces de Clausura en el Alcázar de Sevilla, 6 a 9 de diciembre 2018.
Música que escucho: Starway to Heaven, Led Zeppelin (1971)