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COSTA DE MARFIL

Danzas y puentes de lianas que llevan a bosques sagrados

Hay mucho que contar de este fantástico país africano.Tras conocer Abiyán y Grand-Bassam toca la ruta a Man y Danane y una visita a la tribu Yakouba.

Hechosdehoy / José Antonio Ruiz
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¿Travelzungu bailando? ¿Puentes de lianas que llevan a bosques sagrados? ¿Dioses en forma de máscaras? Todavía hay mucho que contar de este fantástico país africano. En el post anterior hicimos un recorrido hasta Yamusukro (Yamoussoukro) desde Abiyán (Abidjan) y Grand-Bassam que puedes leer aquí si te lo perdiste y para que cojas el hilo. También para que no te dejes de conocer uno de los monumentos más inverosímiles y grandes de África, la Basílica de Nuestra Señora de la Paz. Ver para creer.

En Yamusukro nos montamos en un autobús que estaba bastante decente para ir a Man, al Oeste del país. No como el que os conté en una ocasión durante un viaje por la isla de Anjouan en las Islas Comoras. Bueno, decente el motor y el exterior porque por dentro olía a pis y había unas cuantas cucarachas. Aunque cierto es que a estas cosas te acostumbras en África cuando vas por lugares fuera de las rutas más turísticas.

Tampoco es raro ver animales en los techos de los vehículos y ellos van tan campantes. Cabras, gallinas… Lo que sea menester. Como es habitual, estas rutas tienen un tiempo establecido por trayecto que no se cumple nunca así que, tras mil horas (alguna menos) llegamos a Man.

Esta pequeña ciudad es un centro cultural importante en el país aunque se encuentra en una región poco segura. Nosotros dejamos nuestras cosas y salimos escopetados hacia Danane. Rectifico, escopetados queríamos salir pero no fue el caso. Nos agenciamos un coche de un señor local que se estropeó tres veces antes de poder siquiera salir de la población.

A la cuarta fue la vencida y tras un rato llegamos al puente de lianas de Danane. Hay unos cuantos por África occidental y este prometía ya que lo rehacen todos los años. Seleccionan una madrugada de viernes y, bajo la luna, son los iniciados los que deben tenerlo listo antes del amanecer para poder acceder al bosque sagrado. Había mucho misterio con la construcción del puente. Dioses en forma de máscaras acaparaban las conversaciones así como ritos y danzas ancestrales.

¿El puente? Frágil, frágil… Ya faltaba poco para hacer el nuevo y se notaba. Crujía de lo lindo y algunas lianas, al pisarlas, se deshacían. En más de una ocasión se me colaron los pies entre las mismas. Lo malo es que si te caes por un agujero (o lo haces tú con tu peso directamente) pues… pues mira, te ahorras el autobús.

Pero no hay nada mejor que comer cacao para quitarte las malas vibras. Y allí hay mucho, mucho. Lo abres, coges las pepitas una a una y te pasas la tarde rechupeteándolas. Nada que ver con el sabor ni con la apariencia del chocolate. Es más como comerte una chirimoya pero sin parecerse en absoluto, jeje. Costa de Marfil es el mayor productor de cacao del mundo. Que lo sepáis.

Otra visita interesante fue ir a conocer la tribu Yakouba. Allí tienen unos peces sagrados (costumbre en varios países africanos) con unos bigotes bien gordotes a los que la gente va a pedirles deseos. Estos peces son sus ancestros y no se los comen así se estén muriendo de hambre. Mucho respeto. Si se cumplen los deseos, hay que volver a dar las gracias o se enfadarán y la población de la aldea también. No recuerdo si pedí algo pero, si es así, espero que no se haya cumplido no vaya a ser que me llegue una mano negra gigante del cielo un día de estos y me de una colleja que me deje tieso.

Una de sus costumbres es muy curiosa. Si una mujer comete un error al cocinar dentro de la casa, debe darle un pollo blanco al jefe. El blanco es muestra de pureza pero antes de que pudiera terminar de contarme el origen de tal tradición, se pusieron todos en modo danza, empezaron a cantar y me lanzó al ruedo a golpe de: “¡Venga, a bailar! ¡¡ahí tienes otra tradición!!”.

Claro, cuando tienes a todo un poblado esperando que salgas a bailar porque eres el invitado, tienes pocas opciones. Lo mismo te niegas y te echan a los peces o te cuecen con pollos blancos, jeje. Con más o con menos éxito, hice lo que pude. Carajo, con este blog estoy perdiendo la dignidad poco a poco.

También salió el zancudo con su máscara a mostrar sus habilidades y a representar a los dioses. Hay diversas tribus en esta región que mantienen estas tradiciones vivas y la verdad es que es un espectáculo.

Y llegó el momento de volver a Abiyán, en autobús, con muchas, pero que muchas horas por delante, olores y, en esta ocasión, con una rotura de motor que nos obligó a estar en medio de la nada unas horitas. Qué placer.

Como entretenimiento en el autobús, esos vídeos musicales locales grabados en el barrio de cada uno en a saber que idioma y con unas coreografías de lo más variopintas. El volumen, ¡a tope! no te vayas a quedar dormido y te los pierdas. Cuatro horas antes de llegar a nuestro destino, un espontáneo (o quizá no tanto) se puso allí en medio a vender crecepelos, tratamientos para el estreñimiento y otros varios con el beneplácito del conductor.

Se tiró tres horas hablando sin parar y lo vendió TODO. Si sigue hablando, hasta lo mismo le compro yo una malla de esparto para esas hernias que no tengo. Que crack. Se despidió del conductor con complicidad y desapareció. Y así terminó la gira por Costa de Marfil. Un país lleno de gente maja y sonriente que dejó en mi memoria muy buenos recuerdos y la certeza, una vez más, de que África es mucha África.

¿Tienes más ganas de África? haz click aquí y conoce el proyecto Mzungu en la República Democrática del Congo.

 

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