Justo este fin de semana tuve una discusión con unos amigos sobre el tema. Hacíamos un resumen de todo lo que ha ocurrido en el último año, después que Barack Obama y Raúl Castro hicieron el célebre intercambio de espías, banderas y parabienes. Como entonces, mantuve mi escepticismo. Ellos, ya sin el mismo entusiasmo, insistieron en ser optimistas.
Después de hacer fantasiosas elucubraciones y poner sobre la mesa un sinnúmero de variables, alguien advirtió que por eso lo mejor era no meterse en política. “La hostilidad y la confrontación son en estos momentos una pantalla para acabar de atar cabos y amarrar todos los acuerdos”, se dijo, en resumen.
“¿Y qué hacer con el país que se ha destruido, con la nación que quedó en ruinas, con los once millones que permanecen encerrados dentro de una dictadura?”, pregunté. Pocas horas después de nuestra discusión, Antonio G. Rodiles, Ailer María González y un grupo de activistas de #TodosMarchamos salieron a las calles de La Habana.
Algunos de ellos, mientras forcejeaban con los agentes de la Seguridad del Estado, sintieron un pinchazo. Al llegar a sus casas, comprobaron que tenían moretones en sus cuerpos. ¿Les inocularon una sustancia nociva? A lo mejor nunca lo sabremos. Aun si un día se llega a saber, es muy probable que muchos insistan en seguir callados.
Hay miles de excusas para no denunciar ni protestar por lo que ocurre en Cuba. Cada quien elige la que mejor le queda y, en honor a la verdad, está en su derecho. Pero yo, que hace ya 15 años conocí lo que significa vivir como un hombre libre, me niego a seguir llevando dentro de mi cuerpo el silencio que nos inocularon.
Es muy probable que no logre otra cosa con eso que no sea buscarme problemas. Es casi seguro de que en la “Cuba del futuro” (no puedo escribir eso si no es entre comillas) tenga todavía menos oportunidades que los que ahora permanecen calladitos y expectantes. Pero ya que soy un hombre adolorido y cobarde, que no sirve para casi nada, por lo menos debo tratar de ser honesto.
Conmigo y con ellos, con todos.