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LA MIRADA DEL MUERTO

Benarés, un mundo de colores, olores, sabores, sonidos, gentes y rituales únicos

Vacas sagradas que deambulan entre bicicletas, coches, motos, rickshaws, tuk-tuks, camiones, personas. Todos sincronizados, sin rozarse, conviviendo y en movimiento. Una experiencia audiovisual de altura.

Hechosdehoy / José Antonio Ruiz
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Existen rincones en el mundo en los que el entorno te envuelve de tal manera que nunca los podrás olvidar. Uno de ellos es Benarés, en la mítica India. Colores, olores, sabores, sonidos, gentes, rituales… Intenso, ¿¿no?? ¡¡Bienvenidos a la India!!

Hoy damos otro súper salto geográfico y, sobre todo, de paisaje. Dejamos los impresionantes hielos glaciares del Perito Moreno en Argentina y nos vamos a la India.

Este país daría para escribir cientos de artículos así que, de momento, os traigo un buen abreboca como introducción y, como siempre, bajo la óptica de mis experiencias.

En general, hablar de la India es hablar de un mundo en sí mismo. Es tan grande, tan variada, tan intensa y tan memorable que me atrevería a decir que todo gran viajero, independientemente de sus gustos, debería visitarla, al menos, una vez. Hay que añadir también que no es un destino para todos. Hay gente que se enamora y hay otros que la detestan pero no deja a nadie indiferente. Es imposible. Hay que ir. Punto y pelota.

Aunque no puedo quitarme de la cabeza la visión del Taj Mahal en Agra (una de los monumentos más bonitos que he visto), uno de los lugares que más me gustó de la India en su conjunto fue Benarés. Una ciudad con más de 3.000 años de existencia y que siempre ha permanecido habitada.

Es cierto que hay que tener estómago. Es muy bulliciosa y puede llegar a abrumar, hay gente por todos lados, ocurren cosas en todas sus esquinas, hay basura allá donde mires… Vacas sagradas que deambulan por las calles entre bicicletas, coches, motos, rickshaws, tuk-tuks, camiones, personas… Todos sincronizados, sin rozarse, conviviendo y en movimiento… Una experiencia audiovisual de altura.

Una de las cosas que de inicio pueden sorprender al visitante es el poco espacio vital del que se dispone. En nuestros países, en general, mantenemos distancias razonables entre personas. Allí se practica más el concepto pecho-contra-espalda. Están acostumbrados a existir en alta densidad de población. Ojo, no quiero decir con esto que vayáis a tener gente siempre pegada pero podréis observar, por ejemplo, en una cola, como están todos bastante apiñados.

Pasamos varios días en esta ciudad sagrada de Benarés. En esta ocasión con un amigo y mis dos hermanas. Coincidían las fechas con el Festival de los Colores en el que gente de todas las castas se salpican con pinturas y va casi todo el mundo vestido de cuadro abstracto al final del día. Unos a otros se tiran chorros de colores y no falta el que te cae a ti y pasas a formar parte de la fiesta. Una celebración muy… colorida.

Rituales de todo tipo se suceden por toda la ciudad pero es especialmente evidente en las orillas del río Ganges. Desde los santones dando la bienvenida al sol a los ritos funerarios con sus piras ardiendo a la vista de todos. Huesos humanos que se tiran al río mientras barcas con personas en trance pasan lentamente. Estaréis de acuerdo conmigo en que no es algo que se pueda ver en cualquier sitio.

La cultura milenaria que se respira es permanente. En nuestros largos paseos entre hordas de personas pudimos compartir con la gente, bailar, reír y, en definitiva, digerir un plato con más ingredientes que el mole mexicano más elaborado.

Recuerdo que la persona que nos explicaba un poco cómo eran por allí las cosas nos juraba y perjuraba que en las “limpias” aguas del Ganges no había cadáveres. Todo el grupo estaba tranquilo aunque lo que ocurrió a continuación nadie se lo esperaba.

Nos juntamos con un grupo para dar un largo paseo por el río. Observar la actividad en sus orillas es, sencillamente, un lujo visual. Habría unas 15 personas dentro de la barca y estaba cayendo el sol. Cuando íbamos de vuelta a nuestro punto de partida, divisé algo a lo lejos. Un bulto que venía flotando en nuestra dirección. No le presté mucha atención pero seguía acercándose poco a poco. Yo me desentendí pensando: “No es nada…”.

Varios momentos después mientras el guía nos volvía a decir que eso de los muertos en el Ganges era un mito, sonó un “¡Catacloc!” justo detrás de mí. Me di la vuelta, miré al agua y me encontré un fiambre mirándome. Un señor mayor, en avanzado estado de descomposición y con los ojos desorbitados… pero mirándome… Yo no daba crédito.

Dicen que si te mira un tuerto da mala suerte pero… ¿¿Y si te mira un muerto?? Ni idea de lo que significa pero tengo que investigar el asunto. A mí me han mirado decenas de tuertos en mis viajes. De esos que estiran el cuello para mirarte bien de cerca hasta que casi le hueles el aliento pero nunca me había mirado un fallecido. Digo todo esto con todo el respeto a las personas que han perdido un ojo y a todos los que han pasado a mejor vida, por supuesto.

En ese momento tuve que interrumpir la explicación que nos hacía al guía pero tampoco quería alarmar a nadie. Había gente en el grupo que había manifestado su nerviosismo por la posibilidad de encontrarse un cuerpo flotando así que se lo comenté en voz baja a los que tenía más cerca. Si llego a gritarlo y a los del otro lado de la barca les da por acercarse a mirar, la barca se habría volteado ¡¡y yo habría terminado dándome un abrazo eterno con mi nuevo amigo!!

Cuando todos fueron conscientes de la situación, se creo un silencio incómodo y a continuación algunas personas le echaron la bronca al guía que no sabía muy bien cómo reaccionar. Eso sí, la mayoría no se atrevió a mirar (para mi fortuna). No es una bonita visión. A mí no me quedó más remedio porque literalmente vino directo a mí… Os dejo una foto para que lo veáis también.

Parece ser que algunas personas van a morir al Ganges de forma voluntaria y según sus creencias. Cada uno mismo, con su mecanismo.

Con todo lo que se vierte en este río sagrado, se pueden ver personas nadando, lavándose y no dudaría de que hasta bebiendo… ¡¡Ni se os ocurra!! Que no me entere yo…

Y dejamos Benarés con las cámaras llenas de recuerdos, nuestros sentidos repletos de sensaciones y la certeza de que algún día volveríamos ya fuera para volver a sentir, saborear o estirar la pata y dejar pasmado a algún loco como yo.

Queridos amigos, esto es todo por hoy. En otra ocasión os cuento más experiencias en la India. Un país superlativo.

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