Desenlace de la primera prioridad. Por primera vez Arabia Saudí y Estados Unidos, tras su desencuentro en la crisis de las armas químicas en Siria, han coordinado sus acciones en la nueva guerra de Irak, que es aún más cruel, la de la guerrilla suní radical para destruir el país.

De los seis países con los que hace frontera Irak -Turquía, Siria, Jordania, Arabia Saudí, Kuwait e Irán-. ha sido el rey Abdalá bin Abdelaziz quien ha proyectado su apoyo pleno a Abdel Fatah al Sisi en El Cairo y advertido de la política suicida de Nuri al-Maliki en Bagdad.

Arabia Saudí, la gran potencia suní frente a Irán, la chií, las dos grandes ramas del Islam, hizo llegar su alarma a Estados Unidos por la política destructiva de Nuri al-Maliki, su autoritarismo, y el rechazo que estaba causando an la población suní de Irak, que, junto con kurdos y chiíes, forman los tres pilares del país.

Nunca se hubiera expandido con tanto fuerza la guerrilla suní radical en Irak sin los errores de Nuri al-Maliki. Finalmente Barack Obama lo comprendió sólo actuando cuando el Kurdistán ha estado en peligro y el clima de persecución política y religiosa se ha convertido en auténtico salvajismo.

Nuri al-Maliki no protagonizó un golpe dentro del caos pero sí buscó su seguridad personal rechazando exiliarse del país. Cuando lo consiguió, anunció su renuncia. El presidente Fuad Masum deja en el buen criterio de Haider al-Abadi formar un gobierno de concentración que acabe con el sectarismo chií.

Irán ha apoyado este paso. Curiosamente -asunto destacado por Hechos de Hoy– Riad y Teherán están unidos en la misión de salvar a Irak del suicidio político y la destrucción. Consumado el primer capítulo nada está decidido en un escenario en Oriente Medio que para Barack Obama tiene todos los tintes de la maldición que se sufrió en Vietnam.