Divertimento.
Importamos el gusto por el juego de pelota de los Estados Unidos o quien sabe si de los indios del México precolombino. Pero ¿teníamos que importar también los animales con los que identificamos los equipos que prevalecieron hasta hace algunos años?
¿Como podían ser cibaeñas las ÁGUILAS que nunca han volado en nuestro cielo?
Siendo tan descomunalmente pesados, torpes y lentos, ¿como podían los elefantes africanos o asiáticos representar a las ESTRELLAS ORIENTALES cuando justamente en San Pedro de Macorís se trata con gente muscular y físicamente diestra?
¿Por qué habíamos de traer, quien sabe de donde, al área de la ciudad capital a los TIGRES DEL LICEY una especie cuyos únicos ejemplares conocidos estuvieron confinados a sus respectivas jaulas en el zoológico?
¡Ahh! acaso algunos esperaban que esos tigres inexistentes se pelearan con unos LEONES DEL ESCOGIDO tan inexistentes como aquellos y que solamente podían proceder de África un continente con el cual nunca se han identificado los dominicanos ni siquiera por el interés de averiguar si todavía quedaba algo en LAS MINAS DEL REY SALOMON.
Dado que la pelota o baseball requiere fortaleza física y destrezas a nadie se le podía haber ocurrido usar un burro como hicieron los americanos para identificar al Partido Demócrata ni a una cigua o pájaro bobo para compararlo con el Quetzal, el ave sagrada de los pueblos de la antigua Guatemala.
Al final, ya en la oscura modernidad actual en La Romana juegan a la pelota unos TOROS muy reales mientras en San Francisco se despierta alguna gente con el estruendo que hacen unos GIGANTES recién llegados al pueblo.
Siempre, sin embargo, me llamó la atención que por décadas fuéramos capaces de sufrir, pelear o entusiasmarnos arrebatados por águilas, elefantes, tigres y leones que jamás habíamos tenido y que solo unos cuantos hubieran visto en el zoológico.
Nota: Pensando en Ramón Colombo que lo hubiera escrito mejor pero para que se entretenga mientras lo rajan con bisturí.