África es como un libro mágico, grueso y duro que tiene la gran virtud de sorprendernos en cada página, en cada párrafo, en cada renglón… Hoy, abriendo el libro en mi mente, mi memoria se ha detenido en uno de ellos. Uno que, por cierto, dejará una indeleble huella en aquél que ose vivirlo.

Olvidado, cruelmente masacrado y lejano pero al mismo tiempo espectacular, tremendo y lleno de vida se encuentra Dzanga Baï, en las profundidades de las selvas de Dzanga Sangha en la República Centroafricana.

Imaginad que habéis volado lejos, montado en autobuses, coches varios y barcas, caminado por la selva con el agua por las rodillas… Tres o cuatro días de cansancio que te llevan a un entorno plagado de malaria, loa-loa y a saber que más… Para, de repente, apartando ramas de espesa vegetación, el cansancio se desvanece al encontrarte con un amplio claro en medio de la nada en el que todo se mueve lentamente al paso de la evolución, donde familias de fantásticos animales van y vienen sin que les molesten en su hábitat natural; elefantes de selva, búfalos y bongos acuden a su cita diaria con la vida, en armonía.

Una escena decorada con loros grises africanos, colobos y sitatungas, entre otros, que se repite día tras día desde tiempos inmemoriales y que no ha cambiado.

En los días en los que los conflictos bélicos no eran un problema en la región se construyó un pequeño anfiteatro de madera en el que sentarte y ver, de alguna forma, una película de Parque Jurásico… pero viviente.

No es habitual pero hasta se puede dar el caso de que interrumpa esta hipnótica escena una familia de gorilas pero, si no es así, no os preocupéis porque los veréis cerca de allí para redondear una experiencia fuera de lo común y que dudo que alguien pueda olvidar jamás.

No nos llamemos a engaño, esto no es ni el Serengeti ni el Parque Kruger. Dzanga Baï está más indicado para aquellos dispuestos a las aventuras como se hacían antes, a los que no les importe asumir algunos riesgos (verificad la situación de seguridad siempre) o a no ver probablemente a nadie más que a sus acompañantes y que busquen salirse de los circuitos establecidos.

Un lugar del que es difícil irse. Es complejo quitar el ojo de un panorama que te hace sentir que nuestro mundo, y vivirlo, merece la pena. Dzanga baï es, a falta de otra palabra, magnífico, África en pura esencia.

¡¡Hasta la semana que viene!! (Si quieres leer más sobre la República Centroafricana y pigmeos, haz click aquí)

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