Golpe de efecto de primer orden. Antes de su viaje a Pekín, Mariano Rajoy quitó de forma drástica las luces sobre Cataluña y el suspense de Artur Mas. Anunció, en giro que sorprendió, la retirada de la ley del aborto por falta de consensos.

La decisión de Mariano Rajoy merece un análisis templado. Supone la primera victoria de Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, y abre a la vez la posibilidad de otros consensos con él y un mayor acarcamiento. Sin duda se abre una etapa nueva entre el Partido Popular y el Partido Socialista. Es la primera lectura pero no la única.

El presidente no desea la dimisión de su ministro que queda bajo los caballos, sobre todo su ego, al retirarse la ley que, según afirmó, era cimera y culminaba su vida política. Queda en la voluntad de Alberto Ruiz-Gallardón seguir en el Gobierno o presentar su dimisión. Las apuestas están en un 50%. Entre los observadores de esta crisis, Esperanza Aguirre, callada pero atenta al ver cómo la ambición del exalcalde de Madrid tropezó con él mismo.

En el plano técnico, el presidente confirmó la retirada del anteproyecto de Ley Orgánica de Protección del Concebido y los Derechos de la Embarazada. Anunció que reformará la actual normativa, vigente desde 2010, para asegurar que las menores de 16 y 17 años necesiten el consentimiento paterno para interrumpir su embarazo. Se inclina ahora, y lo defenderá, por un Plan de Protección de la Familia.

Anunció su decisión en el Congreso Mundial de Relaciones Públicas en Madrid afirmando con sinceridad que "creo que he tomado la decisión más sensata". El anteproyecto de ley del aborto fue aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 20 de diciembre. Ha supuesto -como destacó Hechos de Hoy– desde el primer momento rechazo y contestación en el propio PP. Y fuerte contestación política. Amenazaba con fracturar el voto de la derecha y la estabilidad dentro del partido.