¿Sabemos dónde estamos? Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, adelantó que el Día de Cataluña, la Diada, debería servir para promover "la convivencia y tender puentes y no para hacer frentes".
Sucedió lo contrario, el choque de trenes llegó y con estrépito. Artur Mas, enrocado en toda sus posiciones, insistió en que su determinación de celebrar un referéndum ilegal se debe a lo que calificó de inmovilismo de Mariano Rajoy, quien no contempla como escenario que la consulta llegue a celebrarse. Sin embargo el deber de todo Gobierno -y por lo tanto el de la Generalitat-, es el de salvaguardar la legalidad. Sólo el Estado tiene competencias para celebrar un referéndum sobre la unidad territorial de España.
Por parte de Mariano Rajoy sucedió lo que una y otra vez auguró Josep Antoni Duran i Lleida (asunto destacado por Hechos de Hoy). Cerrarse durante dos años a un diálogo audaz y valiente, abriendo con decisión nuevos escenarios, ha generado un callejón sin salida. Artur Mas quedó arrollado y se halla encajonado entre la presión máxima de los partidos radicales y la frontera de la legalidad.
Durante tres años seguidos -2012, 2013 y 2014- se han producido manifestaciones de una intensa movilización. Fue el del jueves un enorme ejercicio de civismo que no puede desembocar en un fenómeno insurreccional. Sería el mayor error.
Esta vez Mariano Rajoy -y su número dos en La Moncloa, Jorge Moragas– se equivocaían gravemente si no son sensibles y toman nota con inteligencia de lo que es una nueva energía. La reacción del Gobierno de defender la legalidad y el fallo del Tribunal Constitucional son los próximos hitos. Sin embargo Mariano Rajoy, como presidente del Gobierno, no puede ignorar el éxito de la Diada y lo que ha supuesto de movilización pacífica y sostenida de centenares de miles de catalanes.
El caso Pujol no ha desmontado el plan soberanista aunque fue un golpe muy duro por haber sido un referente moral en Cataluña. Hay la voluntad de muchos catalanes de querer decidir su futuro. Existe tiempo para actuar pero urge hacerlo. Cataluña insiste en que llegue la hora de la política y se actúe. Es una exigencia. El mensaje dejado por la Diada es el de acercar posiciones porque la única alternativa es la ruptura traumática y el caos político y financiero. ¿Todavía se necesite que suenen de forma atronadora más alarmas y bocinas rojas?