Aunque en el ámbito internacional se esperan grandes estrenos con gran reconocimiento, en el caso nacional también llegan a los cines dos grandes proyectos. En primer lugar destaca Tres mentiras, de la directora Ana Murugarren que cuenta con Nora Navas, Mikel Losada, Marta Castellote y Lander Otaola como protagonistas.
Ambientada en el año 1971, tres adolescentes embarazadas están recluidas en un piso de Bilbao para ocultar al mundo lo que en esa época era una gran vergüenza. Son tres chicas muy diferentes entre sí, pero con un problema común. Más de 40 años después, Violeta sabe que su madre está a punto de morir y ésta le hace una sorprendente confesión.
Ella no es su madre verdadera, ya que fue comprada a los pocos días de nacer. La noticia supone un gran impacto para Violeta, que pide ayuda a un policía de la Unidad de Desaparecidos de la Ertzaintza, Ángel, que, sin mucho convencimiento al principio, la acompañará en una investigación cada vez más complicada.
Con Tres Mentiras la experimentada cineasta Ana Murugarren, montadora de referencia del cine español, debuta en el largometraje de ficción para la gran pantalla, después de dirigir el documental "Esta no es la vida privada de Javier Krahe y tras sus éxitos para la televisión La Dama Guerrera o El precio de la libertad, con Quim Gutiérrez.
El otro estreno llega de la mano de Sebastián Alfie. El director cuenta con Gabor Benne, Sebastián Alfie, Oskar Benne, Evgen Bavcar, Magda Santiago Zuazo, Miranda Benne, Mario Montero y Illia Magdalena La Rotta para presentar la historia de su protagonista, Sebas.
Éste tiene que filmar un documental sobre la ceguera en el altiplano boliviano. Buscando equipos para rodarlo conoce a Gabor, un director de fotografía retirado que perdió la vista hace diez años. Sebas le propone que sea su colaborador y que rueden juntos en Bolivia. Pero si Gabor no puede ver, ¿cómo hará para poder filmar?
"La idea de llevar un director de fotografía ciego a un encargo profesional no estaba en ningún manual y desde ese punto de vista hubo riesgo de que todo terminara en desastre. Igualmente era un riesgo necesario: no se puede hacer algo diferente sin asumir alguno", contó su director, Alfie.
"Esta experiencia fue valiosísima a la hora de encarar el proyecto. Todo el tiempo fui contrastando con mi mamá los pasos que iba tomando. Lo que la pobre Alicia no sabía es que yo grababa nuestras conversaciones y que quedarían en el film. Estuvo un tiempo enojada, pero ahora me perdonó: de hecho se roba la película y da más entrevistas que yo", bromeó el cineasta.