Si viéramos desde un satélite Centroamérica, observaríamos los sucesivos cortes que se extienden desde Colombia (Sudamérica) a México (América del Norte), aunque todo ello englobado en el concepto geopolítico de América Latina:
– En primer lugar Panamá, envuelto en el gran proyecto de la reforma canalera, de importancia faraónica, con la controversia entre el organismo de la ACP (Autoridad del Canal de Panamá) y el consorcio GUCP (Grupo Unidos por el Canal). Ciudad de Panamá vive en la actualidad el choque con Caracas por la brutal represión de Nicolás Maduro.
– En el segundo corte, Costa Rica. El retiro de Johnny Araya de la contienda electoral revive el escenario que se afrontó en las elecciones de febrero de 1932 con una segunda vuelta entre Ricardo Jiménez y Manuel Castro y la retirada de este último. En todo caso hubo sorpresa por la decisión del candidato a la presidencia del oficialista Partido Liberación Nacional (PLN), Johnny Araya, de retirarse de la campaña para las elecciones del próximo 6 de abril. San José se adentra en escenarios novedosos tras el final del mandato de Laura Chinchilla.
– En el tercer corte, Nicaragua. Son hasta ahora países bañados por los dos océanos con fronteras al norte y sur. En Managua se asegura que Daniel Ortega no goza de buena salud. Son rumores que van y vienen, y apuntan también a médicos cubanos tratándole de sus dolencias cardíacas. Ortega es hoy a corto, medio y largo plazo todo el poder en Managua.
– En el cuarto corte, el escenario compartido a la izquierda, bañado por el océano Pacífico de El Salvador y a la derecha, Honduras, con su costa sobre el mar Caribe. El nexo de unión entre ambos países es el alto grado de inseguridad, poder de maras y crimen organizado y delincuencia. Es el gran desafío de Juan Orlando Hernández en Tegucigalpa al que se suma ahora establecer una buena relación con el nuevo gobierno de San Salvador.
– En el quinto corte, Guatemala sobre el océano Pacífico y una ventana al mar Caribe, junto a Belice, el único país de cultura e idioma diferente en el escenario de Centroamérica. Para Otto Pérez Molina, con frontera con México, la lucha contra los poderosos narcos y la corrupción, en primerísimo plano en Ciudad de Guatemala.
Sorpresa en la segunda vuelta
En este marco, en la ciudad de San Salvador, el Tribunal Supremo Electoral (TLE) informó de manera oficial que el excomandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y gobernará el país entre 2014 y 2019. El TLE señaló que procesadas las actas de las 10.445 juntas receptoras de votos el FML (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional), que tuvo a Sánchez Cerén como candidato, alcanzó 1.495.815 votos, 50,11%, mientras que Norman Quijano, de Arena (Alianza Republicana Nacionalista), logró 1.489.451 votos, 49,89%, lo que supone una diferencia de 6.364 votos.
Salvador Sánchez Cerén es un maestro de 69 años que se inició en la política como defensor del sindicato de educadores. Abandonó las aulas y se fue a las montañas para incorporarse a la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Se convirtió en uno de los cinco comandantes durante la guerra civil que concluyó con la firma de los Acuerdos de Paz en enero de 1992, con el balance trágico de 76.000 muertos y más de 12.000 desaparecidos.
Concluyen días muy tensos en El Salvador por las denuncias de fraude que hizo Norman Quijano, líder de Arena. La segunda vuelta se convirtió en la contienda más disputada y reñida en la historia del país. Obligó al ministro de Defensa, general David Munguía, a descartar un golpe y reafirmar su obediencia al presidente Mauricio Funes.
En la primera vuelta Sánchez Cerén, actual vicepresidente del primer gobierno de izquierda de El Salvador, presidido desde 2009 por Mauricio Funes bajo la bandera del FMLN, obtuvo el 48,9% contra 38,9% de Quijano, pero sin lograr el 50% más uno que evitaba la segunda vuelta. Rozó entonces la victoria. Las encuestas auguraban el triunfo en la segunda vuelta por una brecha aún mayor pero se produjo el empate técnico en los sondeos a pie de urna y días de fuerte nerviosismo.
Sánchez Cerén tiene ahora el dilema político, y reto, de elegir el camino de Luiz Inácio Lula da Silva (una socialdemocracia de corte europeo) o el populismo radical, cubanochavista, de Nicolás Maduro. Su victoria es ajustadísima con un país que vuelve a estar partido exactamente por la mitad. Construir un clima de unidad e ilusión, en nación tan terriblemente golpeada por la violencia, crimen e inseguridad, aparece como misión de primer orden. Cerrar filas con Daniel Ortega sería la opción más desilusionante, negativa y frustrante para el país.
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