Hace relativamente poco The New York Times descubrió que muchos senadores de Estados Unidos ya no usaban habitualmente el correo electrónico, hecho propiciado por el escándalos de los correos que sacudió a Hillary Clinton. Muchos aseguraron que como tenían tantos asistentes, alguno de ellos era el encargado de abrirlo por el jefe en cuestión, pero no parece ser lo que está ocurriendo.
Es una tendencia galopante entre las empresas y curiosamente el gran detonante de este paso ha sido un experimento personal de una empresaria irlandesa, Clare Burge, quien decidió prescindir totalmente del correo electrónico tras volver de vacaciones y encontrarse 10.000 mensajes en la bandeja.
En vez de abrir uno por uno y leerlo, decidió escribir unas líneas autonómicas en el que se respondía que se le llamase por teléfono. La empresaria midió su propia productividad con la aplicación online gratuita Rescue Time, y descubrió que, cuando usaba el correo electrónico, solamente era productiva el 23% de su tiempo.
A la vez, empresas como Ferrari comenzaron a limitar el número de correos electrónicos que sus empleados podían mandar, algo que terminaron adoptando algunas empresas alemanas en gran medida. A esta misma tendencia se sumó French IT (con 80.000 empleados) o la inmobiliaria británica Halton Housing Trust.
El motivo está relacionado con la productividad y concentración en el trabajo. Es decir, uno de los porqués es que muchos aseguraban que las continuas consultas al buzón, la lectura y la respuesta llegaban a descentrar al empleado de sus labores, al mismo tiempo que el volumen de correo sin contestar producía cierto estrés y frustración.
Asimismo, el correo electrónico no siempre era la mejor manera de solucionar un problema ya que no siempre todos contestaban o incluso no siempre leían las respuestas de los demás.
En cuanto al estrés, que afecta a la salud pero también a la productividad, una investigación de 2013 realizada por la Loughborough University inglesa detectó que al 83% de los empleados públicos les aumentaba el ritmo cardíaco al recibir o enviar un email. Y que entre el 12 y el 15% de ellos presentaban síntomas de adicción al correo, y respondían a los mensajes en menos de 6 segundos.
Un año antes, en 2012, la Universidad de California dejó sin correo electrónico a trece trabajadores del ejército y comparó su ritmo cardíaco con el de sus compañeros y descubrió que sus pulsaciones eran claramente menores, y que su índice de concentración en una sola labor era también mucho más alta.
Por si fuera poco, los jóvenes tampoco están usándolo demasiado. La mensajería instantánea, tales como WhatsApp, Snapchat o Instagram, está supliendo esta herramienta, hasta el punto de que estas herramientas de comunicación superaron en uso al correo en España en 2014. Y es que según un estudio de Facebook, solo el 11% de los jóvenes llega a hacer un uso habitual.
– Ver en Hechos de Hoy: Adaptarse o morir, las claves de Arthur Sulzberger Jr con The New York Times