Existe una tendencia generalizara a estimar que las personas que sobresalen por encima de los demás poseen condiciones físicas anormales. Parece ser que el cerebro del científico Albert Einstein contenía ciertas anormalidades que acaban de ser puestas de manifiesto, pero la generalidad de los avances de la Humanidad son una superposición de inventos y descubrimientos a veces inconexos.
Casi siempre se justifica el éxito de ciertas personas con algunas condiciones físicas anormales: suele investigarse a un multicampeón deportivo y se asocia su éxito por unas condiciones anormales de su fibra muscular o el ancho de su pectoral, suele justificarse el golpe mortal de un boxeador por el peso anómalo de su enorme puño o suele explicarse una carrera de los 100 metros lisos por el largo de la zancada del corredor. Pero también en lo intelectual suele intentarse justificar la potencia creativa o los complicados cálculos matemáticos por las cualidades diferenciadas del cerebro de su poseedor.
Ahora se sabe que el cerebro de Albert Einstein poseía unas cualidades anormales, es decir, no comunes a las del resto de los mortales. En cierto modo, un canto de sirena, pues es posible que muchos jardineros de París o taxistas de Nueva York contengan las mismas cualidades y no hayan tenido oportunidad de explotarlas. Las oportunidades también son importantes, y el contexto social en el que se desarrolla la persona –y la personalidad-, son concluyentes en el éxito. Hay miles de indios con enorme potencial matemático, pero uno solo, el enigmático Ramanuján, gozó de becas que lo sacaron de la indigencia y pudo estudiar en Reino Unido.
Un artículo publicado en la revista Brain: a journal of Neurology ha concluido que los lóbulos parietales del Nobel de Física Albert Einstein tienen un patrón insólito de surcos y crestas que está relacionado con su capacidad extraordinaria para resolver y conceptualizar problemas físicos y matemáticos. Todo apunta a que la neuroanatomía del cerebro de Einstein era “poco convencional”, según el investigador Dean Falk. Entre estas cualidades no convencionales se encuentran bultos y pliegues adicionales donde los demás no los tenemos, ganando una superficie insólita en la corteza cerebral, que es lo que distingue realmente nuestro cerebro del de los animales, dado que su cerebro era normal en peso y tamaño. Otro investigador, Wiltenson, ya había analizado en 1999 el cerebro de Einstein, descubriendo un desarrollo extraordinario de los parietales.
Pero estos descubrimientos no terminan de concluir por qué unas personas tienen más capacidad que otras. La inmensa mayoría de la Humanidad continúa yendo a remolque de lo que hacen, inventan y descubren unos escasos privilegiados a los que apenas conocemos ni premiamos.
En su día la Rusia soviética intentó estudiar en el cerebro de Lenin, padre de la revolución bolchevique, unas cualidades de superdotación. Jamás se pudo demostrar, e incluso poco después salieron a la palestra unas fotos en las que se descubrió que murió sifilítico en una residencia. Resulta hoy indudable que Vladimir Ilich “Lenin” disfrutaría de una posible superdotación, pero no se han descubierto signos físicos de las ansiadas cualidades anormales en el físico de su cerebro. Tampoco habrían demostrado nada, pues ha habido muchísimos científicos “normales” que han aportado enormes avances sin tener que conllevar una mutación
La anomalía física no supone superdotación, igual que la superdotación no supone tampoco anomalía física.
Pero tendemos a apreciar al “anómalo” cuando sus cualidades son ocultas e implican brillantez: jamás aplaudiríamos –salvo en el circo- a un “hombre elefante” como John Merrick por muy superdotado que fuera con la física, sin embargo un cerebro “mutante” como el de Einstein nos parece digno de estudio, admiración y respeto.
Y disculpamos errores sociales o académicos cuando la persona es superdotada, sin entrar a considerar que, muchas veces, estas condiciones son realmente una carga para los que la sufren. Hay padres que envidian a otros por tener hijos superdotados, pero no nos damos cuenta de la cantidad de niños superdotados que suspenden por incomprensión, rechazo o desajuste de nivel.
Los éxitos de unos pocos los disfruta toda la Sociedad. No nos paramos a pensar la de cantidad de cosas que disfrutamos por el esfuerzo acumulado de unos pocos esforzados a lo largo de la Historia de la Humanidad: una gran mayoría hace uso de miles de cosas, avances médicos y científicos que se han ido acumulando sin que nos paremos a pensar la de insomnios que han causado. Muchos de estos avances e inventos serían imposibles sin un saber acumulado, pero, pensemos por un momento, qué nos pasaría un día si careciésemos, simplemente, de energía eléctrica en casa: volveríamos a la Edad Media en el soplo de unas horas.
Soy de la opinión de que la Humanidad entera podría dar lo mejor de sí misma con un poco de esfuerzo, sin tener que necesitar que todos seamos mutantes ni superdotados, y así relajaríamos las personalidades agobiadas de personajes como Benjamin Franklin, Albert Einstein o Edison.