El otro día viendo por televisión el concurso La ruleta de la suerte me llamó la atención la frase exultante de la señora que ganó: “hoy es el día más feliz de mi vida”, clamaba alborozada cuando se plantó tras alcanzar la cifra de 8.000 euros. Lo decía en serio “Sí, es el día más feliz de mi vida” repitió con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba visiblemente conmovida.
Desconocemos cuales eran las finanzas de la señora. Y sus necesidades. Desde luego, 8.000 euros no es una cantidad despreciable. Hay jóvenes que no ganan esa cantidad en un año. Pero tampoco convierte a nadie en un potentado económico.
Pocos días después un diario (“Entrevista a Andrés Iniesta: «Da igual el dinero; todos tenemos los mismos miedos«”, El Mundo, 17/04/2020) publicaba unas declaraciones del gran jugador que marcó el gol que dio a España el Campeonato del Mundo de Fútbol en Sudáfrica. Recordando ese y otros momentos el futbolista decía: “Las personas, da igual el dinero, tenemos los mismos sentimientos, los mismos miedos, las mismas alegrías… Y ahí todos estamos cortados por el mismo patrón. Todo lo demás son accesorios. Evidentemente, los que tenemos los privilegios tenemos que saber aprovecharlos, y estar agradecidos por tenerlos, pero el trago que pasé lo pasé como persona, no lo pasé mejor o peor por tener más o menos dinero”.
Son dos modos de responder a la pregunta acerca de dónde está la felicidad. O lo que reconocemos como instante feliz. Porque esa felicidad es un destello luminoso de una verdadera y definitiva felicidad. Muchas veces son sólo momentos fascinantes de nuestra vida.
Hay acontecimientos que consiguen en su atracción no ser sólo del cuerpo o sólo del alma sino de ambos a la vez. Todo el ser sabe en ese momento que lo que pasa supera cualquier previsión, se llena de alegría indescriptible, porque hay algo que le aproxima a la plenitud.
Hay pensamientos que iluminan esa realidad:
Por ejemplo, las pocas veces que caemos en la cuenta de que está en nuestras manos armar momentos fascinantes en la vida de otro. Y luego, al conseguirlo, saboreamos una cucharada de la que será la felicidad final.
También tenemos la posibilidad de valorar los momentos actuales como un privilegio de cara a los momentos que vendrán. Sí, cuando llegue la libertad no tendremos el candor de pensar que todo es así y que lo valioso es gratis.
Si miramos para atrás, a los años pasados, somos capaces con toda seguridad de hacer el catálogo de momentos fascinantes: el día que nos conocimos y quedamos mutuamente fascinados; el día, y hasta la hora, en que nos salvamos de un hecho de graves consecuencias; el nacimiento de un hijo; el descubrimiento de la propia vocación personal; la tarde que se llenó de belleza ante una obra de arte.
Normalmente pueden parecer hechos aislados como un décimo premiado encontrado en el bolsillo del pantalón y que aparece a tiempo de ser cobrado.
Pero muchas veces se juntan expectativas, necesidades del corazón, estremecimientos de la existencia con un reencuentro cuya música es diferente pero que nos estruja el corazón. Es, de otro modo fascinante, historia personal. Existe esa felicidad.
Idea fuente: la expresión “el día más feliz de mi vida”.
Música que escucho: The First Time Ever I Saw Your Face, Leona Lewis (2007)