Nadie sabe cuando saldrá nadie. Tiene rostro de distopía este régimen de reclusión. Nadie sabe cuando nada. Al menos los presos con sentencia tienen sus fechas: tanto para el primer permiso de fin de semana; tanto para el tercer grado, tanto para el cumplimiento pleno de la condena y respirar aire exterior. Pero no nosotros, que de nada sabemos cosa alguna, más allá de la cifras del dolor.
Si fuera una película al guionista ya le han dado los datos de ambientación: un vacío gris asfalto lleno de batas verdes, sirenas azules y coches largos y negros y las inevitables, diarias cifras del dolor.
Esta es la realidad vista mirando a lo más exterior y a lo más periférico, porque no sé qué pueda interesar a nuestro guionista de cada interior. Habrá cronistas para todo. Uno mirará los interiores de los tejemanejes políticos para la toma más absoluta del palacio de primavera, por nuestro bien y, sí, provisionalmente como tantas veces. Las tiranías no lo son desde el primer día, pero acaban quedándose porque todavía no se acaban las curvas con las cifras del dolor.
Otro guionista puede tener la llave intelectual para entrar en esa casa pequeña donde hacen lo que pueden para llenar el día un matrimonio y sus hijos. Cierta ternura y algún temor por ese abuelo enfermo. Difícil cine sobre el cariño al que padece y las ocurrencias para hacer cada jornada vivible. A las ocho de la tarde aplausos y el himno.
Pero la narración interesante y no menos difícil es la que describiría que estamos haciendo en nosotros y que haremos mientras dura la cuarentena.
Y la pregunta es para cuando termine la cuarentena. También para más adelante, cuando los días se apaguen. La pregunta es ¿qué guardo como recuerdo o como ofrenda para el final?
Un día se abrirá la puerta, ¡ya puedo salir! Entonces y antes del primer paso, me daré media vuelta mirando al armario – o al almario – y responderé a la pregunta que nadie me ha hecho: “Esto será mi recuerdo, esto mi ofrenda, por haber vivido encerrado todos estos días”.
Claro que cabe presentar la manos vacías, las horas llenas de play station y series de una plataforma. Y los minutos de telediarios con las cifras del dolor.
¿Qué guardo para cuando salga?
Me ha llamado Cira para ver cómo estoy. No le he dicho que ayer hablé con Alejo. Desde que se distanciaron – nunca supe porqué – los dos me han tenido como confidente y cómo ese amigo que no se va con uno o con otra, sino que por pacto tácito con los dos se queda, por que los quiso y porque le quieren.
.- ¿Qué guardas para cuando salgas? – le he soltado después de los saludos.
Se ha quedado en silencio, se ha reído luego con tono de añoranza y me ha respondido con suavidad.
.- Bien sabes que no es mi primer encierro – se refería a la ruptura -: aquel no pude aprovecharlo. Pero éste estoy juntando recuerdos. He reunido los materiales que aun me quedan. Para los otros me voy haciendo con retazos de historias que me acompañan y los escribo en una agenda. No está todo ahí. Todo está sólo donde quedó.
Idea fuente: Pasan los días y no es impensable guardar un recuerdo de ellos
Música que escucho: Sailing, Rod Stewart (1975)