Los padres y los maestros sancionan, es decir, castigan a hijos o alumnos y lo hacen desde la posición de autoridad y superioridad que les confiere el status de padres o de maestros. Por lo tanto, el que sanciona tiene poder para hacerlo y está o se cree autorizado y empoderado moralmente para sancionar. También los patronos sancionan a sus empleados, el dueño de un burdel a veces sanciona a una puta y dando vueltas por aquí y por allí nos encontramos con otros escenarios y sus correspondientes sanciones y sancionados. En todos los casos dos presunciones prevalecen: el poder para sancionar y la legitimidad o autoridad moral.
Del que sanciona.
Cuando los EE. UU. sancionaron a Cuba a raíz de la Revolución, lo entiendo. Nunca he estado de acuerdo pero lo entiendo. El grande no sanciona al chiquito porque se porta mal, sino porque se ve a sí mismo como ejemplo y modelo, legítimamente autorizado a decir a los otros como comportarse y ponerlo en vigencia aplicando sanciones. Entonces, un requisito del que sanciona es la capacidad de dar y poner ejemplo y que tal ejemplo sea aceptado y reconocido por otros.
Hemos visto numerosos países imponer sanciones, pero la especialidad en esta materia es de Estados Unidos. Siempre por las mismas razones y casi siempre dentro de los mismos contextos.
Hemos visto sanciones americanas contra China, amenazas de sanciones, agravamiento de sanciones y denuncias de sanciones. Lo mismo hemos visto con Rusia si hay intolerancia a la homosexualidad, si restricciones a la prensa o presión sobre el poder judicial para forzar la condena de algún magnate de los que Rusia no debería tener ninguno porque la única manera de un ruso ser multimillonario hoy es habiendo robado descaradamente del patrimonio publico que se construyó bajo el socialismo. Todas estas situaciones, excepto la de los magnates, acontecen por igual en nuestros países y naturalmente en EE. UU. pero, tampoco vamos a tomarlo en cuenta por el momento. Digamos que eso no viene al caso.
Ahora que el gobierno de los EE. UU. ha anunciado sanciones a Rusia por el papel ruso en Ucrania los americanos han declarado y jurado incrementar las sanciones. Después del derribo de un avión de pasajeros, sin que se haya demostrado culpabilidad alguna de los rusos en ese hecho EE. UU. apadrina y está al frente de una escalada en esas sanciones y ha convocado a sus socios europeos a que se sumen a dichas sanciones contra Rusia, la ahora llamada Rusia de Putin. La Unión Europea acaba de doblegarse a la presión de EE. UU. y anunció sanciones agravadas contra Rusia.
Pero un pensamiento me viene a la cabeza.
De repente.
Los americanos están locos, dementes. De remate. Porque es verdad que en numerosos renglones todavía se puede hablar de superioridad americana sobre Rusia pero amenazar, esgrimir o pretender ejecutar sanciones de cualquier tipo contra Rusia es haber perdido el juicio, el sentido de las proporciones y de la historia. Es estar completamente desubicado o haberse quedado sin opciones. Para cualquier fin práctico, Rusia es tan poderosa e importante como los EE. UU. y en numerosos renglones, lo es incluso más. Si alguna sanción fuera a tener verdaderamente efecto, hay que estar loco para pensar que Rusia retrocedería para ceder a la presión americana.
Los EE UU. hablan e imponen sanciones en un mundo que ya dejaron de dominar y ante el cual dejaron de ser ejemplo; este es un entorno que no les pertenece porque la doble moral, las mentiras y otros males arruinaron la reputación de los EE. UU. y lo despojaron de la autoridad moral que una vez tuvo; siguen con el tema de las sanciones como si fuera por una especie de inercia, porque eso es lo que han hecho siempre, a lo que están acostumbrados.
No estamos hablando de la doble moral de sancionar a Rusia y hacerse de la vista gorda ante el genocidio israelí en Gaza. No se trata de valorar tantos otros casos donde EE. UU. apoyó los criminales y sancionó a las víctimas. Se trata de una cuestión simplemente práctica.
En la medida que el mundo ha regresado a una multipolaridad política que ya busca una expresión internacional propia, las sanciones de los EE. UU. pierden verosimilitud y pronto harán el ridículo. Cuando el banco internacional de los BRICS pase de la etapa de diseño a la de ejecución y el dólar deje de ser la moneda de reserva del sistema internacional como ya está planteado Occidente, no solamente los EE. UU. habrán perdido su última posibilidad de chantajear no sólo a Rusia sino a cualquier otro país. La práctica de congelar o incautar fondos de otros países aprovechando el hecho de que los bancos donde están esos fondos caen dentro de la jurisdicción de los EE. UU. además de un abuso de poder, ha sido un poderoso instrumento para someter numerosos países y regímenes a la obediencia.
Pero Rusia no es un país que EE. UU. pueda manejar a base de amenazas y sanciones. Lo que ha funcionado con los chiquitos no es aplicable a un igual. Sus diferencias tienen que ser discutidas, negociadas y arbitradas. ¿Quién en su sano juicio puede esperar que un régimen de sanciones a Rusia funcione?. Los rusos tienen la capacidad de resolver cualquier problema surgido de una sanción y hasta se beneficiarían de ello impulsando aun más sus capacidades propias.
El que desprecia la historia se ve obligado a repetirla. Ningún gobernante, ni en la época de los zares, ni bajo el socialismo ha desguarnecido las fronteras históricas de Rusia. Ellos tienen, en su doctrina militar, en su formación teórica y en su visión estratégica la convicción de que Rusia no acepta verse rodeada de enemigos y EE. UU. rompiendo sus promesas verbales a Gorbachov y después al borracho de Yeltsin lo primero que hizo fue violar ese compromiso y con la OTAN tratar de rodear a Rusia de enemigos por el este, por el sur y por el oeste.
Quien puede esperar que Putin vaya a salir llorando ahora, a portarse bien para que EEUU no lo castigue cuando ya él y todos los demás vieron lo que pasó cuando, al desmantelar la URSS creyeron en la promesa de Occidente. Despojado de autoridad moral e incapaz de imponer una solución militar para frenar la plena recuperación rusa al estatus de gran potencia mundial la pregunta que hay que hacerse no es retórica en lo absoluto:
¿Es que los americanos se están volviendo locos?
– Melvin Mañón, escritor y reputado analista, reside en la actualidad en la República Dominicana.
– Ataque y contraataque en la crisis de Ucrania, agravada al máximo desde el derribo por un misil tierra-aire del avión de Malaysia Airlines. Vladímir Putin respondió con contundencia a las sanciones adoptadas por Estados Unidos y la Unión Europea por el papel de Rusia en el conflicto ucraniano al prohibir por un año las importaciones desde esos países. Tras varias semanas de advertencias -asunto destacado por Hechos de Hoy– , emitió un decreto que prohíbe o limita las importaciones de productos agrícolas, materias primas y alimentos procedentes de los países que secundaron las sanciones contra altos funcionarios, bancos, empresas y petroleras rusas, entre otros.