Barack Obama, con toda su autorida moral y política, advirtió a los consejos de administración de los grandes grupos de comunicación, y a los editores de medios en general de todo el país, de sus responsabilidades en esta campaña electoral.
Con todas las distancias, es el debate que de Estados Unidos se trasladó antes al Reino Unido (la campaña del Brexit) y ahora a España (el rechazo de Pedro Sánchez a dejar el timón del PSOE pese a sus derrotas electorales (ver en Hechos de Hoy, ¿Destruir el partido que lideró de forma insensata antes que dimitir?)
De la incierta escena política en la Unión Europea, a la gravedad de una elección presidencial equivocada en Estados Unidos. Se abriría una crisis geopolítica que afectaría a la estabilidad política y económica mundial.
El debate en Estados Unidos no es el de si Hillary Clinton es la candidata ideal. Sino el del problema causado por la incompetencia del Partido Republicano al haberse dejado secuestrar por un candidato como Donald Trump.
En la era de los móviles (los celulares), la mensajería instantánea y lo viral, la dramática elección en Estados Unidos no será decidida esta vez por Internet si no por las marcas de referencia del periodismo que vivía antes sólo en el papel y tiene ahora dos almas, la impresa y la digital.
Por primera vez, y de manera insólita, la prensa de Estados Unidos ha rechazado en masa a Donald Trump. Han incumplido sus propias reglas de no interferir y tomar partido por un candidato.
Esta vez lo han hecho. No para apoyar a Hillary Clinton, sino para expresar su rechazo total a Donald Trump al que el diario USA Today le calificó de "peligroso demagogo". En juego ahora no sólo el peligro de la llegada del trumpismo a la Casa Blanca sino la escena inquietante de una sociedad sin hacedores de opinión, reflexión y responsabilidad.