Parece que se acerca el momento en que pisarán tierra las 107 personas que, a bordo del Proactiva Open Arms y frente a la costa italiana, llevan 18 días esperando desembarcar. Todas ellas fueron recogidas en alta mar por este barco de la ONG del mismo nombre.

El Ministerio italiano de Interior le prohibió atracar como a las demás embarcaciones que acarrean refugiados, inmigrantes ilegales o “migrantes” como se dice ahora. La política italiana de inmigración es un no rotundo a la inmigración tal y como estaba llegando a sus costas: Italia –Lampedusa como cabeza de playa- es, con España el país con mayor llegada por mar de personas de África y cercanos países árabes escapando del hambre, la guerra y pillaje.

A Italia llegaron por mar 119.369 en 2017 y 181.436 en 2016, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Se calcula que 700.000 migrantes han llegado a Italia en los últimos cinco años.

Volviendo a la situación del barco con más de cien personas esperando poner sus pies negros en Europa tenemos tres niveles de actuación inmediata, coordinada y duradera: internacional, nacional,  personal.

Visión Internacional. Con los pies negros o de cualquier color, todos los hombres tienen derecho a no verse obligados injustamente a huir de sus casas y de que, en caso de verse obligado a escapar, a contar con la hospitalidad del resto de la humanidad. Ese es el orden y no cabe equivocarse. El principio de subsidiariedad impera aquí de modo que lo primero a exigir a la comunidad internacional es que dedique sus energías políticas, financieras y educativas a esta tarea.

Es prioritaria. Y es un dilema, es decir de no actuar ya y con acierto, la alternativa la pagaremos cara. Hasta ahora, ni la ONU, ni el Banco Mundial, ni el G7 (a ver que decide en Biarritz este fin de semana), ni la Unión Europea han llegado a nada eficaz. Tampoco las potencias mundiales.

África está condenada por algunos regímenes destructivos y por unas organizaciones internacionales extremadamente ineficientes ante un drama universal. ¿De verdad que no se puede ganar a los demonios políticos y a las mafias? Claro que se puede.

Compromiso nacional. Mientras, la acogida de refugiados es una obligación de los Estados que deben hacerlo compaginando nacionalidad y racionalidad. Lo primero exige el mantener una sociedad cohesionada con un propósito de progreso nacional que garantice su cultura, civilización y creencias de sus ciudadanos. Ese progreso ha de ser armónico y debe contener acciones en educación para dar acogida a las personas que llegan de fuera. Lo segundo, la racionalidad, es huir del buenismo (¿qué es eso de despreciar la Ley?) y de las declaraciones hueras o directamente hirientes (De Quintos, Calvo dixerunt) y plantearse a nivel continental objetivos generosos y viables de acogida. Es hora de  revisar las prioridades. ¿Es que no se puede hacer más en Europa para dar la dimensión manejable a las corrientes de refugio?

Compasión personal. Cada uno, en su nivel de responsabilidad, está en condiciones de informarse y formarse un criterio para actuar en la vida pública, también en relación a la vida de otros. No sólo es el voto. Es la opinión fundada en el estudio y la lectura; es la promoción de los jóvenes en valores de patriotismo y altruismo; es no dejarse engañar por el tuit o el eslogan; es poner inteligencia para comprender al distinto; es fundar empresas en países de origen; es educar el corazón en la compasión sin dejarse llevar por la sensiblería, sino en el juicio recto acerca de los actores de este drama.

No todo lo que parece bueno lo es. No todo lo que es bueno tiene que hacerse de una única forma impuesta por los laboratorios de opinión. Compasión significa inteligencia para hacer arder lo mejor de uno mismo. Sí, eso sí resuelve problemas: conozco personas y organizaciones que lo hacen en silencio, todos los días, de modo sencillo, con lucidez y mente abierta. Entonces, ¿Open Arms u Open Mind?