Barack Obama decidió enviar una nueva misión militar a Irak -350 militares- para la protección de la comunidad de Estados Unidos en Bagdad: la Embajada, instalaciones, y todo el personal que se encuentra en la capital de Irak. Fuentes de inteligencia han advertido del peligro de que se produzcan secuestros para la extorsión y el chantaje macabro, que son dos armas poderosas de la guerrilla suní radical de Estados Islámico.
El presidente no quiere participar en una nueva guerra en Irak. La Casa Blanca insiste en que no son tropas para combatir. Obama, que ha abierto un debate entre sus asesores, y tras reconocer en su última conferencia de prensa que no hay una estrategia, está comprendiendo que el corazón de esta crisis gira a Siria, el escenario donde se han producido las dos decapitaciones.
Bachar El Asad gobierna Damasco con fuerte protección pero no tiene el control de Siria. ¿La crisis de los rehenes ejecutados es el momento de una coalición para poner fin a la guerra civil, la guerrilla suní radical de Estado Islámico y el ocaso de Asad? Dicho de manera más incisa: ¿Asad es igual de enemigo o pasó a aliado pese a tener las manos manchadas de sangre?
Barack Obama, sin un teléfono rojo amigable con el Kremlin por la crisis envenenada de Ucrania, vive estas cuestiones que son críticas en profunda soledad. Hillary Clinton ya le advirtió de sus errores. El presidente, muy criticado como destacó Hechos de Hoy, por sus dos caras en esta crisis -el corazón roto y los palos de golf en días de sonrisas y diversión- comienza a recibir informaciones del Pentágono sobre un cuadro inquietante. Estado Islámico acumula más poder en sus campos de batalla y planea extender sus golpes macabros en otros escenarios.
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