Nada volverá a ser igual en Washington. La muerte de John McCain, y su solemne funeral y días de homenaje en Washington, giró a todo un acto de enmienda a la totalidad del actual mandato de Donald Trump. El presidente, del Partido Republicano, no fue invitado al funeral teniendo que huir de la capital ante el bochorno y desprecio sufrido.
De forma muy significativa, tanto los honores al senador, como las colas de ciudadanos para rendirle su último homenaje, han reflejado el peso e importancia tanto del patriotismo como la libertad de pensamiento, señas de identidad de la América de clases medias, orgullosa de su historia.
En el funeral de Estado, fue precisamente Meghan McCain, hija del senador y presentadora de televisión, quien atacó con dureza el populismo vanidoso de Donald Trump y su eslogan de "hagamos América grande de nuevo".
"La América de John McCain no necesita volver a ser grande otra vez, porque América siempre ha sido grande", subrayó su hija en un discurso muy emotivo, interrumpido cuando rompió a llorar.
"Nos reunimos aquí para llorar la muerte de la grandeza de América, la de verdad, no esa retórica barata de hombres que nunca estarán cerca del sacrificio que él ofreció voluntariamente, ni la apropiación oportunista de aquellos que vivieron vidas cómodas y privilegiadas", destacó con rotundidad..
La madre, Roberta McCain, mantuvo toda su dignidad, a sus 106 años, en la despedida de su hijo, una imagen impresionante. En la ceremonia, tres expresidentes. Junto a Barack Obama y George W. Bush, Bill y Hillary Clinton. También el exsecretario de Estado Henry Kissinger se sumó al adiós solemne y emocionado al senador.
