Un mensaje de alto calado a la nación, al Estados Unidos profundo, a las élites de las dos costas, y a los votantes.
John McCain vetó al presidente Donald Trump en su funeral de Estado. Quiso en cambio que asistieran los dos últimos expresidentes, George W. Bush por parte del Partido Republicano, y Barack Obama por parte del Partido Demócrata.
Donald Trump evitó la humillación abandonando la capital y buscando una agenda de supuestos actos de gobierno y de eventos iniciales para compezar la campaña de su reelección. No pudo ocultar que el mensaje del senador fue nítido e impactó.
Donald Trump en la Casa Blanca es un golpe para el prestigio y la reputación de Estados Unidos, y un peligro para el mundo a corto y medio plazo. No hay opción para el populismo fanático en la Casa Blanca, que es uno de los centros de liderazgo del mundo.
John McCain quiso que su último adiós en la catedral de Washington se convirtiera en un homenaje al bipartidismo, el que representan tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata. Rechazó así el movimiento Tea Party y el trumpismo que supo dar un golpe de mano a los republicanos para tomar la Casa Blanca en un escenario donde también se produjo la injerencia de Vladimir Putin.
El senador siempre fue un muy claro. Putin quiso que un loco llegara a la Casa Blanca en lugar de una mujer lúcida que hubiera devuelto a Estados Unidos su poder e influencia frente al aventurerismo de Rusia en Oriente Medio y en la Europa del Este, en Ucrania. Lecciones políticas en Washington de tres días de recogimiento, reflexión y homenaje.