El ministro de Exteriores de México, Luis Videgaray, admitió las dificultades entre México y Estados Unidos dibujando a la vez un futuro complejo. No lo ocultó ante el secretario de Estado, Rex Tillerson, y el de Seguridad Nacional, John Kelly. Con énfasis, aseguró que "para superar los agravios, lo que importará serán los hechos”.
No puede ser de otra manera. Al proyecto inmediato de muro con México, Donald Trump sumó el anuncio de un plan de deportaciones masivas. Parece muy difícil que pueda plantearse un clima de confianza a corto plazo. "Hay que dejar claro de la manera más enfática que el Gobierno y el pueblo de México no tienen por qué aceptar disposiciones que de manera unilateral un Gobierno quiere imponer a otro", afirmó Luis Videgaray.
En Ciudad de México inquieta, y es el temor inmediato de Enrique Peña Nieto, que haya expulsiones inmediatas en Estados Unidos a quienes no puedan presentar sus papeles y lleven menos de tres años en el país. Pueden suponer 11 millones, la mitad mexicanos.
México se enfrenta así al peligro de una crisis de acoger a un éxodo de población que no sea mexicano. Está recibiendoa la vez la presión de asilo políticos de quienes huyen de la violencia en Centroamérica. Enrique Peña Nieto ya sabe que no puede esperar ningún gesto de comprensión y apoyo por parte de Donald Trump. Todo lo contrario.
Lo más irritante además es la reacción hipócrita de Washington. El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, avanzó "un comienzo alentador para la relación de trabajo con nuestro increíble vecino del sur". Nada más lejos de la realidad. En Ciudad de México hay desaliento y alta preocupación.