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VIAJE POR LA BRETAÑA (III)

Los 17 faros, el bosque de Huelgoat, la roca temblante y la ciudad viaducto 

Entre Brest y Brigognan existe un recorrido que pasa por 17 faros en esta peligrosa costa. El viaje continúa por Ouessant, Landerneau y el puente habitado más antiguo hasta llegar a Morlaix.

Hechosdehoy / Hechos de Hoy / Mati Zamorano
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Entre Brest y Brigognan existe un recorrido que pasa por 17 faros en la costa, 13 en el mar, 85 torretas y 204 balizas flotantes…eso da una pista de lo peligrosa que es esta costa. Y en Ouessant existe un Museo de los faros, donde se puede ver cómo era y es la vida de los fareros. Llegamos así a nuestro séptimo día en Bretaña. Hoy comenzamos en la costa.

Nos dirigimos a Le Conquet. Este es un puerto eminentemente pesquero, sobre todo bogavante y centollos. Desde aquí sale el barco a Ouessant. Y aquí alumbra las noches el faro de Saint- Matthieu. Lo especial del lugar es la abadía románica en ruinas que se encuentra al pie del faro. Y después de subir sus 163 escalones las espectaculares vistas que podemos disfrutar.

Continuamos hacia Landerneau, la ciudad con el “puente habitado” más antiguo de Europa, el puente Rohan. Además cuenta con un “enclos paroissial” (o recinto parroquial), dedicado a Saint-Thomas-de- Canterbury. La iglesia del XVI cuenta con un campanario-pórtico de 1607 y con un osario-capilla erigido en 1635.

Estamos cerca de Pencran que también tiene uno de estos recintos parroquiales, típicos de la zona…y allí nos dirigimos. A continuación, y metidos de lleno en el área de los “recintos parroquiales”, seguimos camino a La Roche-Maurice.  En torno a la Iglesia de Saint- Yves encontramos el consabido calvario con las tres cruces: Jesús y los dos ladrones.

Lo más sorprendente se encuentra en el interior de la iglesia. Una magnífica obra con la policromía original y que nos presenta una colección de apóstoles, papas y santos frente al coro; y una muestra de figuras grotescas y fantásticas en los soportes del techo.

Destacan también las vidrieras de 1539; las que sobrevivieron a la Revolución Francesa, fueron desmontados en 1942 por los bombardeos y vueltas a colocar en 1950.

Continuamos camino de Ploudiry, dónde vamos a encontrar otro “recinto parroquial”. La abundancia de estos recintos, que datan de los siglos XV al XVII,  en la zona es fruto del enorme fervor religioso de los bretones y de la prosperidad que trajo la industria de las telas, especialmente para velas. Lo más frecuente es que cuenten con un arco triunfal, un osario o capilla, un calvario,  un cementerio adosado y la iglesia. La Iglesia de Saint- Pierre, del XVII, es la joya de Ploudiry, junto con el osario de 1635.


Guimiliau. (Foto: Tourisme Roscoff)

Seguimos nuestro recorrido en dirección a Guimiliau. Allí visitamos el recinto parroquial de Saint-Miliau, construido entre los siglos XVI y XVII y uno de los más destacables de Bretaña que está catalogado como monumento histórico. El calvario fue construido en granito azul entre 1581 y 1586. Cuenta con unas 200 estatuas representando la vida de Cristo.

El contraste de las enormes hortensias de colores y la piedra oscura es una hermosa imagen que nos llevamos de Guimiliau.

Seguimos nuestro itinerario hacia Saint- Thegonnec. Si el conjunto de Guimiliau nos ha gustado, en el que nos encontramos ahora nos impresiona. El enorme arco triunfal de 1587 y la contundencia del enclave protegido por un muro explican su declaración como monumento histórico desde 1886. El osario de 1676 guarda en su cripta un grupo escultórico con un “santo entierro” policromado. El calvario representa la Pasión de Cristo y es de 1610.

La Iglesia de Notre-Dame, construida entre los siglos XIV y XVII alberga numerosas obras de arte, lo que explica que este sea uno de los monumentos más visitados del Finisterre bretón. El órgano, aunque reparado en varias ocasiones,-la última en 1883-  data de 1670.

El púlpito y los numerosos retablos, así como las vidrieras bien merecen una visita. Hay algo un tanto “naif” en estos retablos coloreados. No tienen la enjundia de nuestros grandes maestros, pero resultan emocionantes en su sencillez.

Y seguimos ruta hacia Huelgoat. Aquí cambiamos de tercio, no hay “enclos” que visitar. Lo que vamos a ver es el Bosque de Huelgoat. Resto del mítico bosque de Broceliande, lugar de asentamiento del mayor campamento galo, lugar que, según las leyendas, creó el gigante Gargantúa, enfadado por lo poco generosos que habían sido los habitantes de la zona. 1.147 hectáreas de robles, pinos y hayas que comparten espacio con enormes piedras graníticas de caprichosas formas.

Es fácil creer en duendes y hadas caminando por los senderos que lo recorren; el verdor continuo, el rumor del río escondiéndose entre las rocas y apareciendo como cascada poco después, todo ayuda a crear una atmósfera especial.
Poco después de empezar nuestro paseo por el bosque encontramos la Cueva del Diablo. Un profundo agujero que se adentra en la tierra de manera casi vertical y al que podemos descender por una diminuta escalera.

Seguimos el paseo para encontrar la Piedra Temblante. Con más de 100 toneladas de peso, si consigues encontrar el punto exacto, hasta un niño puede hacerla oscilar. La pausa verde en nuestra jornada nos ha servido para recargar baterías y llegar hasta Morlaix, la mayor ciudad que visitaremos en esta jornada.


Morlaix. (Foto: Oliver Townend)

La ciudad del viaducto,- construido en 1861 para el ferrocarril de París a Brest, con 252 metros de largo y 58 m. de altura- es inconfundible. Construida entre tres colinas y tres ríos tiene una orografía complicada: cuestas y desniveles que obligan al paseante a emplear a fondo sus piernas. Y al fondo la bahía a la que da nombre, salpicada de islotes, con nombres a cual más evocador.

En pleno centro, y a los pies del viaducto, encontramos la Iglesia de Saint-Melaine. Y luego nos perdemos paseando por sus calles de casas de madera entramada de alegres colores, hasta el puerto.

Terminamos el día en nuestro lugar de parada y fonda: Plougonven. En esta etapa hemos elegido una deliciosa granja para alojarnos, pero antes de dirigirnos allí nos detenemos en el pueblo para visitar su calvario. Uno de los 7 calvarios monumentales bretones. Es una impresionante obra octogonal en la que podemos ver escenas de la vida de Cristo.


Plougonven. (Foto: Achill Family)

Una buena cena, merecida con todo lo que hemos caminado, y a descansar.

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