Durante el año 2018 se han realizado diversas encuestas que destacan los datos de preferencia electoral para el 2020. Esas encuestas posicionan mejor un candidato u otro, o simplemente presentan un panorama difuso.
En las últimas semanas, específicamente, la encuesta Asisa presentó a Leonel Fernández en la delantera, la encuesta del Centro Económico del Cibao a Luis Abinader, y la encuesta Gallup-HOY de esta semana presenta una dispersión de las preferencias con Leonel Fernández, Luis Abinader y Danilo Medina en empate técnico.
Con estos resultados tan disímiles, mucha gente podría concluir, como con frecuencia lo hace, que son manipuladas. No voy a suscribir ese argumento porque no tengo pruebas de tal fechoría, pero no puedo ser indiferente ante resultados tan diferentes en tan poco tiempo.
Asumamos que las encuestas no son manipuladas, sino que hay asuntos metodológicos que dan cuenta de las diferencias. Se me ocurren dos particularmente en este caso.
El primero es que las preguntas se hacen de distintas formas en distintas encuestas. Por ejemplo, en una pregunta cerrada se ofrecen a los entrevistados los nombres específicos de los candidatos para escoger entre ellos, mientras en una pregunta abierta se deja la respuesta a la reacción espontánea de los entrevistados.
Lamentablemente, a veces, los reportes periodísticos sobre las encuestas no indican cómo exactamente se hizo la pregunta, sino que hay que inferir. En la encuesta Gallup-HOY la pregunta de preferencia electoral se hizo de manera abierta e indirecta: se preguntó no por quién se va a votar, sino quién le gustaría que fuera el próximo presidente. Esto podría explicar la dispersión en las respuestas.
Lo segundo es que en encuestas que se realizan en fechas muy distantes de las elecciones, es más difícil lograr que la población responda con certeza a las preguntas de preferencia electoral. La gente no sabe cuáles serán los candidatos; entonces, se está pidiendo a los entrevistados hacer una conjetura, aún de sus propias preferencias. Por eso el porcentaje que no sabe tiende a ser alto en estos casos. Cuando se acerquen las elecciones, los que ahora no saben tendrán mejor idea de sus preferencias.
La imprecisión de las encuestas electorales tan prematuras es la razón por la que he señalado en diversas ocasiones que estas encuestas sirven más para entretenerse opinando, mientras llega el tramo final de la competencia electoral.
Las encuestas tienen dos objetivos principales: uno, ofrecer una panorámica (dicen fotografía) del momento sobre un determinado tema expresado en actitudes, preferencias o prácticas de un conglomerado poblacional; dos, ofrecer una proyección o probabilidad de eventos.
Las encuestas se basan en la estadística, una rama imprecisa de las matemáticas porque se fundamenta en el cálculo de la probabilidad, a partir de una muestra científicamente seleccionada de un universo específico.
Por estas razones, las encuestas de preferencia electoral tienen mayor precisión cuando se conocen los candidatos de los partidos y cuando se acerca la fecha de las elecciones. Es ahí que la ciudadanía tiene suficiente información para formarse una idea de las opciones electorales reales y escoger una.
Aunque en el cuestionario de una encuesta se diga: si las elecciones fueran hoy…, se sabe que el interés que genera una encuesta sobre la preferencia electoral está vinculado con lo que sugiere hacia el futuro. Hasta el día de hoy, la población dominicana no tiene suficiente información para saber por quién va a votar; ni siquiera sabe quiénes serán los candidatos en el 2020.
Los datos seguirán fluyendo y las opiniones también, pero certeza aún no habrá.