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(Foto: mari_sparrow/Pixabay)

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SIEMPRE PRESENTES

Las imágenes nos preceden, nos acompañan y nos dan pensamientos

Eres lo que imaginas, piensas lo que imaginas, te ríes por lo que imaginas, temes porque el miedo tiene imagen; te atreves porque vislumbras una cara, una meta, un continente, un color, una locura.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez

Incluso cuando pretendemos la Matemática o la Filosofía Pura acude en nuestro auxilio la imagen por vía de nostalgia. Si son arduas es porque les falta la imagen. Echamos en falta la imagen y viceversa. Necesitamos las phasmata.

No podemos pensar si la imaginación no construye, siquiera por el camino del ejemplo, al menos un ejemplo, una figura que haga las veces de representación de la realidad.

Eso es así porque las imágenes no es que nos rodean, sino que incluso para mal o para bien las llevamos dentro. Las imágenes colman el cerebro que para nosotros codificó en el insensible interior de neuronas cosas sensibles y las ordenó para que las veamos con los ojos del corazón.

Eres lo que imaginas, piensas lo que imaginas, te ríes por lo que imaginas, temes porque el miedo tiene imagen; te atreves porque vislumbras una cara, una meta, un continente, un color, una locura. Hago el bien porque mi imaginación me presenta el resultado satisfactorio en un logro, en una sonrisa de un Dios o de un humano. Pero el mal sufrido también presente me trae rostros; los recuerdo a veces cuando recito “así como nosotros perdonamos…”. Recreas las lágrimas en aquella bella mejilla, en la herida en el inocente o el sufrir inconsolable de una madre a la que le arrancan de sí la vida de su niña.

Así es por la estructura de nuestra anatomía neurológica y sus billones de interconexiones. También gracias al soplo de espíritu que aletea en el alma. No es que se deba a un orden físico, que se debe, sino sobretodo porque nuestra mente se desgarra sin una conexión más allá de lo tocable. No eres un ordenador. Tú no computas, imaginas y piensas vitalmente.

El otro día escribía de una colonia (Eau Sauvage) que creaba un apodo. A otra persona, la misma colonia, le transportaba en volandas hasta los párpados mismos de quien la usaba a diario. Y luego a un universo vivido juntos hace décadas.

Ya es ciencia cierta que uno de los dos lugares del cerebro donde más neurogénesis (creación de nuevas conexiones neuronales) se produce es el bulbo olfativo donde se “recogen los olores y los aromas; de ahí, la información llega fundamentalmente a nuestro sistema límbico o cerebro emocional. Por eso el olfato tiene un componente emotivo y puede evocar tantos recuerdos”. Es decir, imágenes. Terribles o amadas imágenes que devoran invasivas el pensamiento sin darnos cuenta del fenómeno.

El rioja que saboreas, y del que no sabes por qué te gusta tanto, lleva trazas aromáticas de las mandarinas que tu madre te pelaba el verano de niño en que fuiste feliz. El agua de colonia Álvarez que acabas de oler esperando en el semáforo te ha teledirigido a la sala de estar del Colegio Mayor y has visto en un microsegundo la imagen del compañero que la usaba a muerte. Hoy, ni siquiera la has olido; sólo has escuchado hablar de ella – de la colonia First, de Van Cleef et Arpels, – y cada peca de aquel rostro, perfecta imagen, te ha revolcado el corazón.

Y así, siempre la comunicación nos llenará de imágenes. Nos hacemos con lo que imaginamos. Y con lo que oremos. Especialmente.

Idea fuente: Las imágenes nos preceden, nos acompañan y nos dan pensamientos

Música que escucho: My Special Prayer, Percy Sledge (1967)

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