Cristina Kirchner lo reflejó con sencillez pero a la vez enorme precisión. "En España abdica el Rey, en América Latina se aleja un amigo", señaló el comunicado de la Casa Rosada sobre la abdicación del Rey Juan Carlos I en su hijo Felipe de Borbón y Grecia, Felipe VI.
De La Moncloa sabemos ahora más intimidades como que el helado de café era imprescindible para José María Aznar y Adolfo Suárez disfrutaba con la crema de legumbres- el Jefe de cocina durante más de tres décadas, Julio González de Buitrago lo explicó en La cocina de La Moncloa (Espasa)-.
Pero de La Zarzuela se puede decir que se sabe poco de certezas, pese a las revelaciones y libros publicados durante más de tres décadas.
Para su mensaje más importante, el Rey cuidó los pequeños detalles y escogió personalmente dos fotos, que estaban a su izquierda. En una, con su padre, Don Juan. Para significar que su reinado ha sido el de una Monarquía para todos los españoles -republicanos y monárquicos-. En la otra, el Rey con su hijo, Felipe, y su nieta Leonor. La clane no del nuevo tiempo político que se abre en España -los tiempos vienen sólo de las elecciones- pero sí de un clima de renovación institucional.
Fue un día de una cadena de imágenes, emociones y fiebre político. El lunes comenzó con la declaración institucional de Mariano Rajoy, un hecho inédito, pero acertado, al anunciar la abdicación del Rey. El propio monarca lo explicó en un mensaje en el que contuvo la emoción señalando que es una decisión política que busca abrir paso a una nueva generación. Una decisión por tanto política y no motivada por problemas de salud como destacó Hechos de Hoy. Un día de nuevo largo y cargado de historia terminó en la Puerta del Sol con el grito de "Los Borbones a los tiburones" mostrando e Felipe VI que tendrá presión y exigencia desde el comienzo de su reinado.
¿Quién conocía el secreto? Fue una sorpresa total. Nadie supo el momento. ¿Hizo una confidencia en su viaje a Arabia Saudí? ¿Supo Francisco su decisión firme de abdicar? Es el misterio no desvelado.
El propio Rey reveló sin embargo el momento inicial de su decisión. "Cuando el pasado enero cumplí setenta y seis años (el 5 enero, el día de su 76 cumpleaños) consideré llegado el momento de preparar en unos meses el relevo para dejar paso a quien se encuentra en inmejorables condiciones de asegurar esa estabilidad", dijo en su mensaje. Se sabe que consultó entonces con el Príncipe Felipe. Habló también con Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, y sus últimos antecesores.
Esperó sin embargo hasta el 31 de marzo para comunicarlo primero al presidente del Gobierno y luego, más tarde, al líder de la oposición. Entró en acción entonces la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría con las cuestiones jurídicas y políticas de la abdicación. Pero todo quedó en ese punto. Indudablemente el Rey observó las elecciones del 25 de mayo y sacó sus consecuencias. Pero esperó al viaje del Príncipe a El Salvador y su regreso a España para precipitar su decisión. El lunes por la tarde, en breve conversación con los periodistas durante una audiencia en el Palacio de La Zarzuela, desveló sus sentimientos. "Nunca os habéis interesado tanto por mí como hoy", comentó ante la nube de fotógrafos y reporteros. Los periodistas le preguntaron de inmediato si se sentía triste. "¿Vosotros cómo me veis? Hay que contestar a la gallega", les contestó el Rey.
Antes de comunicar su decisión en un mensaje a la nación, el Rey llamó a los presidentes del Congreso de los Diputados, Jesús Posada, y el Senado, Pío García Escudero. También habló con los representantes de lo grupos políticos en la Cámara. Y quiso anunciarlo a los presidentes de Cataluña, Artur Mas; Andalucía, Susana Díaz, y País Vasco, Iñigo Urkullu.
Las cuestiones ahora se multiplican. ¿Cómo será la cohabitación entre el Rey y su padre? El monarca puso énfasis en su mensaje en su agradecimiento a la Reina destacando también el coraje de Letizia. ¿Qué relación mantendrán? Se abren cambios trepidantes pero también un momento ilusionante, que es de renovación, con un Rey menos socarrón, y un sentido del humor totalmente diferente, pero sereno y templado, con nervios de acero.
