Jorge Mario Bergoglio, Francisco, el Papa jesuita, salió de Roma con ánimo expectante, su cartera llena de discursos que llevan su sello muy particular -y que son duros por no decir descarnados- y sus zapatos, zapatones,para avanzar muy rápido.
En La Habana, Francisco dejó trazado el camino que quiere recorrer para que el ecumenismo avance hacia el este y el norte, ortodosos y protestantes, la Iglesia ortodoxa rusa y la Federación Luterana Mundial (ver en Hechos de Hoy el comunicado íntegro de su encuentro en La Habana con Cirilo I de Mosú, Kiril.
Antes de llegar a Ciudad de México, donde fue recibido de forma emocionante, algo que a Francisco le impactó, una historia humana y sus impresiones sobre México. En el avión, Noel Díaz, de limpia botas sencillo en Tijuana a director en Los Ángeles de la emisora católica de radio y televisión El Sembrador, le contó su historia personal al Papa. Y le pidió lustrar sus zapatos negros.
En su vuelo a México, Francisco desveló que está dispuesto a viajar a Colombia a comienzos de 2017 si la paz se consolida y Juan Manuel Santos logra una hazaña que bien merece el Premio Nobel.
Y abrió sus sentimientos antes de llegar a Ciudad de México. Confesó que la periodista mexicana Valentina Alazraki le regaló un lote completo de las películas de Cantinflas. “Me hizo entrar en México por el túnel del tiempo”, dijo divertido apuntando “que es también la puerta de Cantinflas, que hace reír bien”.
También desveló que su “deseo más íntimo” es postrarse ante la virgen de Guadalupe. "Porque hay un misterio que ni la ciencia puede contestar. Hasta los ateos mexicanos se sienten guadalupanos".
En su primera jornada completa en México, fue recibido en el Palacio Nacional; tuvo un encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático; se reunió con los obispos de México en la Catedral; y concluyó oficiando una misa en la Basílica de Guadalupe.
Desde el primer momento Francisco fue al grano. Palabras de advertencia en la ceremonia en el Palacio Nacional ante Enrique Peña Nieto. "Cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte", fue su primer golpe de autoridad moral al poder político de México.
En la Catedral de la Ciudad de México, segundo mazazo, esta vez a los obispos. "¡Si tienen que pelearse, peléense como hombres, a la cara!", les soltó. "¡Ay de ustedes si se duermen en los laureles!", advirtió.
Francisco sacó su látigo moral pidiendo " la mirada limpia". Les instó a que “no se dejen corromper por el materialismo trivial"; que no pierdan el tiempo "en habladurías e intrigas, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubes de intereses". "No se necesitan príncipes", clamó el Papa jesuita.
Un estilo muy diferente el de Francisco al de las visitas de Juan Pablo II y Benedicto XVI, teniendo muy presente las heridas dejadas por Marcial Maciel con daño a la congregación de los Legionarios de Cristo, la Iglesia católica de México y el prestigio y reputación del propio papado.
"Exigió a los obispos que “no minusvaloren el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa". Y les instó, exhortó e imploró a que pongan "singular delicadeza en los pueblos indígenas y sus fascinantes, y no pocas veces masacradas, culturas". Para el primer día, Francisco dejó evidente la razón de este viaje a México, bajo la intensidad desde el primer momento. La regeneración moral, el enérgico discurso de Francisco en México.