No voy a valorar la sentencia, porque no está todavía. Lo que sí tengo claro, visto todo lo que hemos estado oyendo estas semanas en el “culebrón” del juicio por demanda de Johnny Depp contra Amber Heard por difamación, una teoría que también he escrito muchas veces. Idolatramos a nuestras estrellas sin darnos cuenta que también son de carne y hueso.
Y no, Depp no es Jack Sparrow ni Eduardo Manostijeras; es Johnny y se levanta y se acuesta como todos nosotros. Bueno, con más dinero, eso sí. De ellos solo vemos lo que sus agencias de prensa ponen en los medios de comunicación y eso nos lleva a pensar en sus idílicas vidas. Esas que envidiamos a más no poder. Pero, de eso, “nati de plati”.
Lo acabamos de vivir con Will Smith y, ahora, con Johnny Depp. Son gente con sus excelencias, pero también con sus miserias. Claro que no se imaginan a Sparrow pegando a una dama, pero yo no pondría la mano en el fuego por un actor que ha declarado adicciones, borracheras continuas y las que no hemos oído porque no hemos seguido el juicio al dedillo. Faltaría más, con todas las cosas que hay que hacer en este mundo.
Así que, me da igual la sentencia. Me da que esto ha sido un despropósito de pareja en el que las faltas de respeto eran de uso y costumbre. Pues, como muchas familias de nuestro barrio.
Y, como diría mi admirado Michael Robinson, que en paz descanse: “Yo creo que esto han sido seis de uno y media docena del otro”.