Yo soy de los que creo que el exceso de armas lleva a la gente a la violencia. Imagínense la cantidad de locos que hay en cada uno de nuestros barrios, que están esperando que les digan algo para montar un lio, si tuvieran una pistola. Muchas veces la sacarían e, incluso, dispararían para darse cuenta después de lo que han hecho.

Esta semana, Joe Biden, presidente demócrata de los Estados Unidos; arremetió contra la segunda enmienda de la Constitución a la que se agarra la Asociación Nacional del Rifle (NRA) para no cambiar las leyes de tenencia de armas que el gobierno quiere endurecer. 

Aumentar de 18 a 21 la edad para poder comprar un rifle de asalto o vigilar más los antecedentes de los solicitantes son algunas de las medidas que proponen para evitar tiroteos en las escuelas norteamericanas. La propuesta de Donald Trump es que los profesores lleven armas. Me parto. Profesores y alumnos como si estuvieran en el lejano Oeste.

El problema radica, fuertemente, en enfrentarse directamente con el lobby de la NRA que es una asociación creada a finales del siglo XIX para preservar el derecho a portar armas. A día de hoy, presumen de tener más de 5 millones de socios y saben del poder que ejercen para influir en unas elecciones poniéndose de parte de uno u otro candidato.

Por eso, tanto senadores como congresistas evitan la confrontación. Biden ha sido valiente. También hacen suculentas “donaciones” a las campañas de los políticos que apoyan abiertamente el derecho a las armas. Y eso, les abre muchas puertas. Lo que no puede ser, y ya lo demostró Michael Moore en su documental Bowling for Columbine sobre la matanza en un instituto de Flint (Michigan), es que en un banco te den un rifle por abrir una cuenta corriente a pesar de que le demuestres al encargado de que no estás en posesión de toda tu lucidez y que en un supermercado te vendan todas las balas que puedas comprar con el dinero que lleves en la cartera. Pues no, no lo veo. Y espero no tener que verlo nunca.