Iker Casilla era un futbolista alejado de la prensa del corazón. Recuerdo que los primeros reportajes que le hacían, cuando iba en el Metro a entrenar con el Real Madrid. El niño que todas las madres quería para sus hijas (menos las culés, claro). Fue creciendo, cosechando títulos, forjando la leyenda que es hoy en día.
Pero fue ganar el Mundial de Sudáfrica y darle ese beso tras la final a Sara Carbonero (recordemos que éste sí que fue consentido) cuando la prensa rosa empezó a ocuparse de él. Y tras la separación, todo ha sido ponerle delante del foco siempre que han podido.
Espero no ser tan famoso nunca como para ser el objetivo de los despiadados paparazzis o de los redactores de programas acosadores de intimidades para dar carnaza a una audiencia que debería mirar un poco más hacia dentro y verse a sí mismos.
Ahora, el pobre Iker estalla indignado al salir la noticia de que está veraneando con una joven; ya que han “detectado” que han estado juntos en varios sitios por sus publicaciones en Instagram. Pues vale. Me uno a su indignación a que no dejen que las personas tengan vida privada.
Vale que los juzgados les dan la razón a estos programas cuando hablan de personajes que se han lucrado de su imagen y se les considera “personas de interés público”, pero eso es una cosa es contar noticias y otra es especular para inventárselas. Eso no es honesto, la verdad.
Bastante tienen los famosos con la gente que les acosa en la calle para hacerse fotos y esas cosas, como para que tengas que andar escondido toda la vida. Eso es un sinvivir. Y les aseguro, yo que comparto con muche gente famosa, que es un agobio. Dejen al chiquillo en paz y si se quiere liar con una amiga, pues son grandecitos ya y que lo disfruten.
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