En Argentina, la figura del vicepresidente no tiene peso ejecutivo. Preside el Senado y sucede de forma interina al presidente -en este caso presidenta Cristina Kirchner– en momentos de enfermedad, viajes y la hipótesis última de fallecimiento.

Amado Boudou, elegido en 2011 con Cristina Kirchner, superó hasta el momento todas las tempestades junto a la presidenta pasando de relación estrecha, desapego, crisis y nueva reconciliación en los últimos meses. Muy poco después de su nombramiento estalló el caso Ciccone, una tormenta de rayos y truenos que descargo finalmente con toda su fuerza el viernes en Buenos Aires con el procesamiento, por primera vez en la historia de Argentina, de quien es el vicepresidente.

Sucede en el peor momento, en aplicación de la Ley Murphy de que cualquier escenario malo tiende a empeorar -la misma filosofía de la escéptica y mordaz Mafalda de Quino-. En este momento Argentina se halla inmersa en buscar una salida al fallo en Estados Unidos de los llamados fondos buitres -la pelea en torno a los canjes de deuda de 2005 y 2010-. Este conflicto imprevisto paralizó el pago de la deuda. El riesgo es el de una suspensión de pagos en escenario además en el país de recesión e inflación del 34,9%.

En este marco, y antes de un fin de semana que se presentía plácido, el juez federal de Buenos Aires, Ariel Lijo, procesó al vicepresidente Amado Boudou por los presuntos delitos de cohecho (soborno) y negociaciones incompatibles con la función pública.

El caso Ciccone es una trama de suspense -en la mejor versión política de los Soprano– con ambiciones de todo tipo y maniobras para el rescate de la única imprenta de billetes de Argentina. Sus temblores comenzaron en 2012 y acabaron este viernes por la noche en sismo y huracán político sobre la Casa Rosada. Quedaron implicados el vicepresidente Amado Boudou; su amigo, José María Núñez Carmona; el empresario y supuesto testaferro, Alejandro Vandenbroele; el ex funcionario de la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos), Rafael Resnick Brenner; el dueño de la imprenta, Nicolás Ciccone; y el yerno de Héctor Ciccone, Guillermo Reinwick.

La gravedad de lo sucedido se centra en los tiempos políticos. Cristina Kirchner se encamina a la última etapa de su segundo mandato sin posibilidad de optar a una reelección en las presidenciales de 2015. La máquina del peronismo cerró filas hasta el momento con Amado Boudou. Se abren interrogantes sin embargo sobre los pasos de la presidenta y las nuevas fidelidades. La crisis pone a prueba además en las filas del peronismo y la oposición conservadora a varios protagonistas hoy por hoy de primera fila: Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires; la figura de Sergio Massa; y el poderoso alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri.

Para Cristina Kirchner supone un golpe durísimo. Lo malo de llegar a este punto es que cualquier decisión tendrá sus costes políticos. Y sucede además todo ello en un momento económico delicado para Argentina. Desde Roma, como destacaron fuentes vaticanistas a Hechos de Hoy, Francisco sigue con mucha atención, y preocupación, el momento complejo de su país.