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Una de las formas más prácticas para aprender es a partir de la comparación. (Foto: Pixabay)

EL APRENDIZAJE

Conoce qué tan útiles son las comparaciones

Tomemos como ejemplo lo que ocurre en el mundo del futbol, donde son constantes las comparaciones entre Cristiano Ronaldo y Lionel Messi basados en número de goles, asistencias o títulos.

Hechosdehoy / UN / Fat

¿Alguna vez te has preguntando cómo aprendemos a comparar? ¿Y cómo nos resulta útil a lo largo de nuestra vida esta sencilla herramienta? Todo comienza cuando somos chicos, ya que una de las formas más prácticas para aprender es a partir de la comparación. Aprendemos sobre altura comparando cuál árbol es más alto y cuál es más bajo. Esto desarrolla una capacidad para diferenciar muy útil, que seguimos usando a lo largo de nuestra vida y como adultos podemos emplear esa herramienta en un comparador de casinos, para así determinar cuál se adecua más a nuestros intereses de juego. Esta acción tan simple representa una primera elección hecha a base de la comparación, ya que probablemente hayamos pensado en variables como la legalidad o disponibilidad de la información al momento de decidir.

Siguiendo con el ejemplo de los comparadores de casinos online, sabemos que existe un conjunto de variables que solemos usar para definir cuál es la mejor de las opciones a elegir. Dentro de estas variables tenemos los diversos juegos disponibles, las formas de pago y reembolso que nos ofrecen, el diseño de la aplicación, la disponibilidad de chats en vivo o el tipo de promociones que ofertan. En un mundo que ofrece tantas opciones para jugar, resulta importante tener parámetros definidos para comparar y elegir mejor según nuestros gustos e intereses.

¿Pero cómo empieza ese aprendizaje?

Volvamos a los primeros años de vida, como ya comentamos esta forma de entender el mundo se basa en la observación. Cuando somos niños el sentido de la vista y la forma en que percibimos el mundo nos ofrecen constantes enseñanzas. A partir de cierto punto un niño empieza a reconocerse como más alto o más bajo que otros. En un principio esto no representa un problema al menos que usemos relaciones en donde una de las variables tiene una connotación positiva y otra negativa. Si al chico más bajo lo comparamos con otro compañero más alto y le damos preferencia a este último en actividades deportivas, estamos dándole una interpretación negativa de su realidad.

Sin embargo, esa concepción de lo bueno y lo malo es una de las primeras ideas que aprendemos y resulta complicado desprenderse de ella. Cuando tenemos dos opciones sobre la mesa, se suele hablar de dicotomía, y hasta cierto punto esto es la base del aprendizaje mediante la comparación. Bajo esta premisa reconocemos dos opuestos, pero es importante tener presente que no siempre resulta conveniente comparar buscando cual opuesto es positivo o mejor.

Tomemos como ejemplo lo que ocurre en el mundo del futbol, donde son constantes las comparaciones entre Cristiano Ronaldo y Lionel Messi basados en número de goles, asistencias o títulos. Es posible a través de estos números saber qué jugador intervino o influyó más en su equipo, pero por una cuestión de gustos, cada analista puede considerar que el mejor es uno u otro. Es decir también hay un factor no cuantitativo que influye en la decisión, por lo que el mejor futbolista para unos es Cristiano Ronaldo, para algunos es Messi, pero para otros es cualquier otro jugador diferente a estos dos.

Una mala orientación puede derivar en problemas

A fin de cuentas no todo es blanco y negro, ya que en la gama de colores existe una gran variedad entre estas dos opciones y eso aplica en todos los aspectos de la vida. A nivel social comparamos por lo general dos variables, y una de ellas es una referencia fija, aceptada y definida por la sociedad como lo normal. Si nos limitamos a esta interpretación, la mayoría de nosotros estaremos fuera de esa normal: seremos muy flacos o muy gordos; muy altos o muy bajos; muy peludos o muy calvos.

Ninguna de estas características debe definirnos por sí solas, y obviamente no debemos usar como punto de comparación las referencias que vemos en redes sociales o películas. No debemos perder de vista que detrás de una característica física hay decisiones y a veces razones de salud que definen la misma.

Siendo la comparación una herramienta útil si la despojamos de los prejuicios, es importante que enseñemos a nuestros hijos a usarla de la mejor manera. Los niños en sus primeros años aprenden desde la imitación y eso significa que somos el mejor ejemplo para ellos. Teniendo esto presente, no comparar entre hermanos o compañeros es una buena manera de empezar.

Cada niño es diferente y es bueno que reconozcan esas diferencias pero no que se definan a partir de ellas. Muchas veces a través de las comparaciones terminamos etiquetando a las personas y ese no es el objetivo de la enseñanza. Más que definir que algo es bueno o malo, parece más importante entender si la decisión tomada al comparar es beneficiosa o no.

 

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