Los efectos de la leche materna sobre el sistema inmunológico infantil podrían persistir mucho tiempo después de que la lactancia haya concluido. Así lo sugiere una última investigación realizada en primates. Esta información podría ayudar a entender los efectos de una dieta temprana sobre la inmunidad y así explicar por qué algunas personas responden de manera distinta a las vacunas o son más vulnerables ante una infección o enfermedad autoinmune.
El equipo de la Universidad Davis de California (EE.UU.) Dennis Hartigan-O’Connor y Amir Ardeshir examinó los efectos de la lactancia materna como de la alimentación con leche artificial en la función inmunológica durante los primeros seis meses de vida de los monos bebé.
Los investigadores se sorprendieron al ver que se desarrollaban dos tipos distintos de sistemas inmunológicos en los animales en función de si habían recibido leche materna o leches maternizadas cuando eran bebés.
En el estudio que se publica en Science of Traslational Medicine se observan que las diferencias entre estos sistemas inmunes se prolongaron incluso inclusive seis meses después de que dejaron de ingerir leche materna y los animales comenzaron a recibir dietas idénticas.
Hartigan-O’Connor y su equipo rastrearon estas diferencias inmunológicas y las localizaron en las bacterias comensales del intestino, poblaciones de microorganismo que podrían formarse por una dieta temprana. Así por ejemplo, los animales alimentados con leche materna desarrollan más de un tipo de célula inmunológica, denominadas células Th17, que se pensaba que eran importantes para la protección contra la infección invasora de la Salmonella.
En teoría, los individuos que no han tenido una microbiota que fomente el desarrollo de dichas células a una edad temprana podrían ser menos capaces de resistir ante una infección sistémica de Salmonella más tarde, dicen los investigadores. Asimismo, se cree que la bacteria comensal intestinal produce compuestos que aumentan la inmunidad como un producto derivado de su metabolismo.
En el estudio se ha visto que 6 de los monos de un año de edad que fueron alimentados con leche materna tenían poblaciones de bacterias comensales ricas y más diversas que los que lo fueron con fórmulas maternizadas. Por ejemplo, las bacterias Prevotella, eran más abundantes en los animales alimentados con leche maternal al año de edad, mientras que las bacterias Clostridium eran menos abundantes.
Concluyeron por tanto que los resultados sugieren que la bacteria comensal intestinal -que se forma por una dieta temprana- deja una huella duradera en el sistema inmunológico que podría afectar como una persona responde a una infección más tarde en la vida.
– Ver en Hechos de Hoy: Los monos transgénicos que ayudarán a estudiar el autismo