La sociedad dominicana es altamente politizada. Para América Latina, este país registra un alto nivel de simpatía partidaria, de interés en la política y de participación en actividades de campaña. ¡Uy, qué maravilla! Hay además una vasta red clientelar, llevada a tal punto, que hasta muchos partidos de “oposición” son incorporados a esa red que administra el partido gobernante. Para toda esa gente, la política es asunto de vida o muerte.
Una amplia franja de votantes responde a intereses clientelares; es decir, al deseo de apoyar un partido en el poder para seguir accediendo a los beneficios adquiridos; otros apoyan uno de oposición que augure la posibilidad de acceder a esos beneficios. Todos son clientelistas, y su clientelismo es promovido y sostenido por los mismos partidos políticos, de gobierno y oposición.
Sólo una franja pequeña de votantes se coloca al margen de esa lógica clientelar. Entre esos, unos muestran actitudes críticas y aspiran a nuevas opciones partidarias, y otros rechazan la política. En la medida en que se recrudece la lucha clientelista, este sector se margina más de la política, porque no encuentra opciones partidarias alternativas con posibilidades reales de triunfo.
Mientras la economía dominicana crezca, mal o bien, el sistema de reparto clientelar de los bienes públicos continuará surtiendo efecto para la mayoría de los partidos. Es tal la situación, que el electorado aguanta ver el sistema de partidos resquebrajarse y utilizar métodos anti-democráticos para prolongar su existencia, y el show aún convoca.
La ciudadanía sabe que los políticos son corruptos, que el gobierno utiliza los recursos del Estado para hacer campaña electoral, y que hay gran inequidad entre las fuerzas políticas. Pero nada de eso perturba de manera contundente. Se habla de corrupción como un hazme reír. Piensen, ¿puede el Partido Reformista, el PLD, el PRD, o su nueva encarnación, el PRM, hablar de anti-corrupción? ¡Oh no! ¿Y qué decir de muchos partidos pequeños que abrazan alianzas con los grandes simplemente para usufructuar?
Iniciada esta semana oficialmente la campaña, veremos una vez más el show clientelar. Dinero a borbotones, mítines, caravanas, regalos y discolights. Todo en nombre del proselitismo partidario ante una población que busca beneficios. Hasta por el bandereo pagan los partidos.
Como el objetivo principal de muchos es clientelar, más del 90% del electorado se decanta casi siempre por las dos opciones principales. Los demás no cuentan porque no llegarán, y si no llegan, no podrán asegurar el esperado reparto. Es un ejercicio de cálculo matemático.
El show termina casi siempre en primera vuelta, sea a ritmo de merengue, de son o guaracha, y hasta de música urbana. ¿Para qué prolongar? El voto por un seguro perdedor es voto perdido. Hay que maximizar las posibilidades de triunfo, piensan los electores.
La lógica clientelar explica que el PRSC se haya dividido en 10 pedazos y todavía dé la impresión de ser un partido importante. Son los padres fundadores del clientelismo. No tiene casi gente, pero sí diligentes dirigentes que buscan ganancia dónde sea y cómo sea.
La lógica clientelar explica por qué el PRM se unió al PRSC. Así compacta el voto clientelar opositor, aunque pierda el resto de la población.
La lógica clientelar explica por qué el PLD lleva 12 años consecutivos en el poder, toma y deja aliados, y su vagón va siempre lleno. Administra y controla el gran reparto. Casi todos los partidos políticos han pasado por sus manos.
La democracia dominicana es para muchos un cálculo de oportunidades materiales, y los partidos que la sustentan, han probado ser diestros repartidores.
– Artículo originalmente publicado en el periódico impreso Hoy de República Dominicana.
– Rosario Espinal es socióloga y politóloga.
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