La relación de Vladimir Putin con cinco personalidades de primera fila de los Siloviki -los hombres fuertes de la alta política rusa, los descendientes en cierta forma del gran poder que tuvieron los boyardos, los nobles terratenientes eslavos– se ha deteriorado.
La comunidad de inteligencia occidental, con información sobre el terreno, ha reportado protestas cívicas sin precedentes en los distritos periféricos de las ciudades de Moscú y San Petersburgo.
Las notas de bancos de inversión, así como analistas económicos, coinciden en destacar el impacto negativo de la ausencia de Vladimir Putin en la Conferencia de Munich. Su presencia fue vetada junto con la de Irán y la AfD, el partido de extrema derecha en Alemania. En Moscú ha impactado también el fracaso y la humillación sufrida por Lavrov en la reunión del Grupo de los Veinte en Nueva Delhi. Hubo sorna, risas e incluso abucheos al momento en que reivindicó la acción militar rusa para defenderse de “la invasión nazi de Ucrania”.
Putin ya no tiene el apoyo sin fisuras de Nikolai Patrushev, secretario del Consejo de Seguridad; Alexander Bortnikov, jefe del Servicio de Seguridad de Rusia (FSB); Sergei Naryshkin, director de Inteligencia Extranjera, y Sergei Shoigu, ministro de Defensa, Y tampoco por supuesto de Sergei Lavrov, ministro de Exteriores, humillado en Nueva Delhi.
Las notas de bancos de inversión estarían apuntando al clima de nervios y desconfianza en el Kremlin que palpa el propio Putin, temeroso del poder de las sociedades secretas y los movimientos de coroneles. Su nuevo plan pasaría por intentar dejar el poder, delegar la negociación del fin de la guerra en Ucrania y abandonar el proyecto de participar en las elecciones de 2024.
En fuentes de inteligencia se señala el temor de Putin a vivir una situación como la de Gadafi y que la Federación Rusa se convierta en la Libia de Euroasia. Putin podría estar intentando una sucesión ordenada con el alcalde de Moscú, Sergey Sobyanin, y el primer ministro, Mijail Mishustin.
Teme que la batalla de Bajmut se convierta en un pulso entre Yevgeny Prigozhin -el siniestro líder de Wagner– y Valeri Guerásimov -el jefe del Estado Mayor-.
En el plano estratégico, Ucrania podría retrasar posiciones en Bajmut pero si la arremetida rusa fracasa, la situación de esta batalla afecataría a toda la línea del frente porque podría desencadenar el efecto llamada a un retroceso general Y desordendo de las tropas rusas y los mercenarios de Wagner.
El dueño de la compañía de mercenarios Wagner, Yevgeny Prigozhin, ha aumentado su abierto desafío al Kremlin y al Estado Mayor. El órdago es total. Advirtió que si sus hombres tienen que retirarse de Bajmut, la ciudad de Donbás que se ha convertido en emblema de la resistencia ucraniana a la ofensiva rusa, “se perderá todo el frente”. ¿Aviso? O abierta amenaza de quien ya está insinuando su plan de volar a Moscú para derrocar a Putin.
Por parte ucraniana se confirmó que uno de los principales jefes militares de Ucrania, el coronel general Oleksandr Syrskyi, comandante de las fuerzas terrestres del país, visitó a las tropas en Bajmut el domingo.
Lo precisó el Ministerio de Defensa de Ucrania.
“El 5 de marzo, el coronel general Oleksandr Syrsky, comandante de las Fuerzas Terrestres, visitó una vez más las unidades que defienden Bajmut y las afueras de la ciudad”. “Según él, la lucha por Bajmut ha alcanzado el nivel más alto de intensidad”.
Syrskyi organizó y lideró la defensa de Kiev, haciendo retroceder con éxito a las fuerzas rusas que casi habían rodeado la capital ucraniana al comienzo de la invasión rusa.