La selección alemana conquistó el Mundial de Brasil 2014 tras imponerse (1-0) este domingo a Argentina en la prórroga de Maracaná, obteniendo así por fin un título una generación que había llegado hasta como mínimo las semifinales en todos los grandes torneos disputados desde 2006, pero que nunca había conseguido ni Eurocopa ni Mundial en estos 8 años.
La victoria alemana fue algo más que la suma de su cuarto Mundial, o que la confirmación de que el teutón es un pueblo de ganadores natos –en 20 Mundiales disputados han quedado entre los cuatro primeros en 13 de ellos–, fue la culminación de una idea, de un estilo que se comenzó a fraguar por 2006.
Ese año Alemania organizaba el Mundial y venía de caer estrepitosamente en la primera fase de la Eurocopa de Portugal en 2004. Los responsables de la ´Mannschaft´ decidieron virar el rumbo y apostar por Jürgen Klinsmann, que en los dos años previos al Campeonato del Mundo, incluyendo la Copa Confederaciones de 2005, cambió la idea de juego y renovó en parte la selección. A su lado en el banquillo el por entonces segundo técnico Joachim Löw.
El técnico alemán comenzó a apostar por jugadores como Philipp Lahm o Bastian Schweinsteiger, que hasta el día de hoy han sido la columna vertebral del combinado, o como Lucas Podolski y Miroslav Klose, que a pesar de llevar varios años ganaron importancia con el nuevo entrenador.
En aquella ocasión la selección alemana cayó en semifinales con Italia (0-2), en una prórroga primorosa entre las dos selecciones europeas más laureadas. La decepción no nubló las ideas de los dirigentes federativos alemanes que no cayeron en el ´resultadismo´ y apostaron por la continuidad.
Klinsmann decidió dejar el cargo y la federación apostó por su segundo, un hasta entonces prácticamente desconocido Joachim Löw. El entrenador de Schönau en la Selva Negra acabó por remodelar al cuadro alemán, apostó por jóvenes talentosos y mezcló el habitual estilo directo alemán con el juego de toque.
En la Eurocopa de 2008 de Austria y Viena Alemania fue finalista, todavía con un juego más físico que técnico, pero ya con la idea clara de ser protagonista en los partidos. Los Ballack, Lehman y compañía jugaron en esa final ante España su último gran partido y dieron paso al gran cambio de la ´Mannschaft´, liderado por un Löw al que se le perdonó no lograr el título.
A la sombra de España
La derrota ante España en 2008 no cambió la idea futbolística del entrenador. De hecho la mejor Alemania en los últimos veinte años se pudo ver probablemente en el Mundial de Sudáfrica 2010, cuando una nueva generación entró de lleno a liderar a la hasta entonces ´tricampeona´ del mundo. Los Müller, Özil, Kroos y Khedira se unieron a Lahm, Schweinsteiger, Podolski y Klose para dejar una gran imagen en el país africano donde por ejemplo superaron a Argentina por 4-0 en los cuartos de final.
El baño que le dieron a Argentina refrendó que ya a parte de por físico, Alemania ganaba por fútbol, por superioridad técnica y táctica. Mención especial merecieron un Müller que acabó pichichi del campeonato y un Özil que dejó destellos de jugador de clase mundial. El primero con 20 años, el segundo con 21.
El único problema para los de Löw fue que una de las mejores selecciones de la historia se volvió a cruzar en su camino. España les apeó en semifinales con un gol de Carles Puyol y Löw, amante del estilo español, demostró su gusto con unas declaraciones en las que dijo que les había ganado "el mejor equipo del mundo".
La suerte que tuvo de nuevo el entrenador fue que los dirigentes alemanes siguieron confiando en él. No era para menos pues la selección demostraba personalidad y sobre todo una idea clara. Aun así se empezó a cuestionar la capacidad de rendir en los momentos clave de este equipo. Más aún cuando en la Eurocopa de 2012 volvieron a caer en semifinales, esta vez ante Italia.
A pesar de todo Löw ha seguido en sus trece, apostando por sus hombres, apostando por el juego, por el balón corriendo más que los jugadores. Así se ha presentado en Brasil, donde en el primer partido goleo a Portugal (4-0). Después dejó uno de los encuentros del Mundial en el empate ante Ghana (2-2) y por último, tras varios partidos algo peores, han dejado dos momentos para la historia.
El primero será recordado probablemente para la eternidad como el mejor partido de un equipo en la historia de los Mundiales. Fue en semifinales, ante la anfitriona Brasil. Allí los alemanes elevaron su fútbol a la máxima expresión y en tan solo media hora se pusieron 0-5, para acabar 1-7. Ver a ese equipo jugar devolvió la ilusión al aficionado tras un Mundial en el que ha habido más emoción y tensión que juego.
El otro choque que pasará a la posteridad será la final ante Argentina. Ante su rival favorito desde que le gano la final en 1990, el que era hasta este domingo su último título mundial. Al que eliminó en los dos últimos Mundiales antes de ganarle en el último choque en Brasil con un gol de Götze, una nueva perla, en el minuto 113.
Así logró Alemania su cuarto Mundial, un triunfo de una selección acostumbrada a triunfar. Pero lo realmente importante, lo que debe quedar, es que ante la racanería predominante en el resto de equipos, imperó el triunfo de una idea, de un estilo. Löw apostó por algo hace 8 años, lo llevó adelante ante todo y ante todos y acabó encontrando recompensa. Y no una cualquiera, sino una bañada en oro y nada menos que en Maracaná.