Au temps des amours mortes
Que c’est triste Venise
Quand on ne s’aime plus
(Que ces’t triste Venice, Charles Aznavour)
Leo (El País, 21/07/2017) la lista de los 21 lugares elegidos por la UNESCO como lugares Patrimonio de la Humanidad. Lugares culturales, lugares naturales, lugares en peligro.
Son indudablemente heridas donde el Comité del Patrimonio Mundial pone su acertado dedo prescriptor. Hay que protegerlos; animar a su conocimiento por todos y a tasarlos como emblema del respeto de la Humanidad por lo excelso.
La Comunidad Internacional ejerce sobre ellos una singular vigilancia para preservarlos para generaciones futuras.
Me ha llevado un rato repasar la lista de sitios que son Patrimonio de la Humanidad. Me emociono al ver el celo de la UNESCO por su dedicación y perseverancia, su investigación y estudio antes de elegir cualquier lugar, monumento o conjunto paisajístico.
Causa entusiasmo a cualquier humanista comprobar que el país con más lugares con esta especial designación sea Italia con 53 lugares. China es el segundo con 52.
Y como españoles no podemos sino sentir un estremecimiento por la espinal dorsal al ver a España ocupa, con 46 sitios, el tercer lugar de una lista de 197 países. Bravo: alguien ha debido estar haciendo bien las cosas durante siglos en nuestra nación para que ahora reluzcan con brillo refulgente ante el Universo.
He tardado un poco en leer el catálogo completo con los 1073 sitios que han recibido este honor, en el que se incluyen los 21 elegidos este año. De acuerdo con la clasificación unos son bienes culturales, otros bienes naturales y bienes mixtos.
Cuando aparecen con punto rojo se trata de bienes en peligro. Estos demandan una cuidadosa política de protección. Los poderes políticos, las organizaciones internacionales, los movimientos humanitarios y las ONG,s están llamados a ser aquí la conciencia activa de la Humanidad.
La UNESCO no es un dios y necesita de los poderes, sean políticos, sociales o mediáticos para que, por ejemplo, no desaparezcan la Ciudad vieja amurallada de Shibam (Yemen, 1982), la Reserva de fauna de Okapis (Congo, 1996), el Lugar de nacimiento de Jesús, Iglesia de la Natividad y ruta de peregrinación en Belén (Palestina, 2012), Venecia y su laguna (Italia, 1987), la Catedral de Sevilla, Alcázar y Archivo de Indias en Sevilla (España, 1987) o el Centro Histórico de Viena (Austria, 2001).
Se realizan esfuerzos para ello que, con todo, siempre serán insuficientes. Pero, insisto, ya la labor de catalogación supone un paso, un poner el foco en lo que importa para evitar olvidos, dejadez, abandono y reconducir recursos que, de otro modo, se diluirían.
Cuando terminaba de leer esa lista de monumentos y espacios de relevancia universal, otros titulares han llamado mi atención.
Concretamente dos:
1.- “Los padres de bebé británico Charlie ponen fin a su batalla legal sobre el tratamiento de su niño” (El Mundo, 24/07/2017). Un niño, Charlie Gard, “sufre una rara enfermedad genética llamada síndrome de depleción de ADN mitocondrial, que afecta especialmente al cerebro. El bebé, de 11 meses, necesita respiración y alimentación asistida para vivir”. Los médicos ingleses querían desconectarlo. Los padres que se siguiese buscando una solución; todo menos matarlo. Los jueces se lo tomaron… como se lo tomaron. Unos médicos de Estados Unidos viajan para ver si al bebé humano se le puede administrar un remedio en fase experimental. Pero ya el daño es irreversible.
La vida – la humana – no ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad y admite dilaciones para ser protegida. En la lista de los 1073 bienes a proteger en beneficio de la Humanidad falta el Hombre.
2.- El segundo titular.” G20: les propos de Macron sur les “7 à 8 enfants” par Africaine passent mal” (L’Express, 12/07/2017). Efectivamente, como recoge también El Pais (24/07/2017), África responde a Macron tras su polémico discurso en el G20: intelectuales africanos, pero también franceses y las redes sociales, han criticado sin paños calientes la declaración del mandatario. El presidente francés había insinuado “que la fecundidad de las mujeres africanas era una de las causas de la inestabilidad y eso desató las reacciones en las redes sociales”.
Hace unas décadas, en una conversación en la que participábamos unas cuatro personas, un ministro español de Hacienda, pontificó que el problema del paro en España desaparecería cuando bajase el índice de natalidad.
Reconozco que me quedé de piedra ante este desahogo ministerial que lo soltó con la frialdad de quien maneja datos irrefragables. Más de treinta años después de esa charla, con la natalidad española en los umbrales de la glaciación demográfica el paro está en cifras de dos dígitos. Hoy se quedaría de piedra el político metido a augur. O no.
Me pregunto, ¿por qué será que todos los profetas de la reducción de los nacimientos desde Malthus hasta Macron, no revisan antes en qué consiste el ser humano? Luego, por no hacerlo, como mi ministro, comprueban demasiado tarde que el camino de la estabilidad va en sentido contrario a la muerte.
La Familia – la humana – no ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad, por eso sufre inerme ataques, desfiguraciones, débil protección legal e irresponsables desprecios. En la lista de los 1073 bienes a proteger en beneficio de la Humanidad, falta la Familia.
La Familia y la Vida que en ella nace exigen una retasación universal que reconozca eficazmente su valor. No cabe luego llorara sobre la leche derramada: Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, la Naturaleza nunca.
Idea fuente: La Vida y la Familia como candidatos a ser declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Música que escucho. Que ces’t triste Venise, Charles Aznovour (1964)