El sueño y la salud mental son dos aspectos de nuestra vida que están profundamente interconectados. La calidad y cantidad de sueño que obtenemos pueden influir en nuestra salud mental de maneras significativas, y viceversa: nuestra salud mental puede favorecer que suframos trastornos del sueño. Por esta relación bidireccional sabemos que cuidar ambos aspectos es crucial para mantener una buena salud y bienestar.
Pero, ¿cuál es la importancia del sueño en la parte emocional?
El sueño es un proceso biológico esencial que permite que nuestro cuerpo y mente se reparen y funcionen correctamente. Durante el sueño, el cerebro procesa información, consolida recuerdos y realiza funciones de regulación emocional. Sabemos que la falta de sueño favorece la falta de energía, irritabilidad, peor concentración y aumenta los niveles de ansiedad.
La privación de sueño o el sueño de mala calidad se han relacionado con varios trastornos mentales, incluyendo:
–Depresión: las personas con insomnio tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar depresión. La falta de sueño puede afectar la regulación emocional, aumentando la susceptibilidad a pensamientos negativos. Del mismo modo, el insomnio es un síntoma frecuente de la depresión.
–Ansiedad: la falta de sueño favorece un estado crónico de hiperalerta, manteniéndose niveles de ansiedad más elevados durante el día y también por la noche. La presencia de ansiedad a su vez puede favorecer fundamentalmente problema en la conciliación del sueño.
– Trastorno bipolar: en el trastorno bipolar, los patrones de sueño irregulares pueden desencadenar episodios maníacos o depresivos, es decir, descompensaciones de la enfermedad. Prestar atención al sueño en estas personas es fundamental para poder prevenir complicaciones. Y atención! La falta de sueño puede ser el síntoma inicial en una descompensación por manía.
– TOC (trastorno obsesivo compulsivo) o rasgos obsesivos de personalidad: en personalidades de perfil obsesivo es frecuente la tendencia al insomnio a su cronificación. La necesidad de control sobre el sueño, puede retroalimentar la ansiedad y cronificar el cuadro, y de la misma manera puede empeorar gravemente la ansiedad diurna.
Por último, merece la pena destacar que el uso de algunos fármacos indicados en psiquiatría (psicofármacos) pueden tener un efecto sobre nuestro sueño. Por ejemplo, las benzodiacepinas sin supervisión favorecen un sueño más ligero y la aparición de trastornos respiratorios durante el sueño. En otros casos, algunos antidepresivos exacerban la presencia de movimientos involuntarios durante el sueño.
Por todo ello, es fundamental un abordaje completo e integral de la sintomatología que presenta la persona en concreto para poder elegir el tratamiento más indicado y eficaz.
La relación salud mental y sueño es muy estrecha, y es necesario que el médico responsable, tenga conocimientos y experiencia en el manejo de ambas patologías.
(*) Clínica CISne