¿Quién caerá primero, Pedro Sánchez o Mariano Rajoy? Si el domingo 25 se hubiera perdido la mayoría absoluta en Galicia por parte del Partido Popular todo habría sido diferente.

Alberto Núñez Feijóo habría dimitido y no hubiera aceptado ser jefe de la oposición. Mariano Rajoy hubiera quedado arrastrado. Se pudo vivir la paradoja -como apuntó Hechos de Hoy– de una victoria del Partido Popular al límite de la mayoría absoluta y un desastre político.

En Galicia estaba todo en juego. 

Mariano Rajoy ha vivido la frustración de haber ganado la repetición de las elecciones generales y a  la vez estar inmerso en una crisis de bloqueo político que causa ya alarma en la Unión Europea. Pero por primera vez, tras las elecciones en Galicia y en el País Vasco, se puede abrir un escenario diferente:

a) La evidencia de que unas nuevas elecciones generales provocarán un rechazo total, una crisis del sistema, y un daño económico grave.

b) El sistema multipartidista convive con el sistema bipartidista.

c) Una guerra fría contínua y activa entre las dos principales fuerzas políticas abre una dinámica de destrucción del diálogo y la convivencia política.

Indudablemente el liderazgo de Mariano Rajoy ha sufrido la dura prueba de errores políticos y tormentas tras las elecciones del 25 de junio -el caso Soria y el caso Barberá-. Pero ha logrado construir un pacto de 170 escaños, a seis de la mayoría absoluta, que está vigente. Podría ser la base una investidura con éxito.

Pero sólo podrá conseguirlo si el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) halla una salida política a una crisis interna que llegó al momento máximo.

Antes de la reunión este sábado del Comité Federal se produjo el encuentro del grupo parlamentario del PSOE en el Congreso. Fue ilustrativo de los dilemas planteados. Básicamente Pedro Sánchez quiere la celebración del 39º Congreso del PSOE. Busca la derrota definitiva de sus críticos y blindar su poder.

Sin embargo, podría haber minusvalorizado la capacidad de rechazo a su estrategia y el hastío a la dinámica de destrucción política, una escena que comienza a exasperar a la opinión pública -en Galicia y País Vasco triunfaron los liderazgos de moderación y apuesta por crecimiento y bienestar-.

De los once turnos de palabra protagonizados por los diputados críticos, cinco fueron andaluces –Antonio Pradas, Miguel Ángel Heredia, Salvador de la Encina, José Andrés Torres Mora y Elvira Ramón-. También rechazaron la propuesta del congreso los vascos Eduardo Madina y Odon Elorza; los castellanomanchegos José María Barreda y Pablo Bellido, el valenciano Ciprià Císcar y el extremeño Ignacio Sánchez Amor.

Especialmente Eduardo Madina reflejó, tras esta reunión, el nudo gordiano de la crisis del PSOE y las opciones:

1. Plan A. Las terceras elecciones que implica el rechazo total a Mariano Rajoy y al Partido Popular (mantener la guerra fria y destruir la convivencia política de lo que fue un bipartidismo casi perfecto).

2. Plan B. Una abstención a cambio de que el Partido Popular opte por otro candidato. Podría abrir la vía de un gobierno de Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Casado, o incluso Luis de Guindos.

3. Plan C. Facilitar la investidura de Mariano Rajoy en base a un pacto de legislatura muy preciso. Podría abrir una legislatura ambiciosa.

Es la guerra abierta entre el fin del sanchismo o la derrota definitiva de la centralidad política que alumbró Felipe González. Reducir a lucha de egos este próximo y decisivo encuentro del Comité Federal del sábado 1 de octubre -entre sanchistas o susanistas, o entre Pedro Sánchez y el eje de Susana Díaz y Eduardo Medina– sería minimizar un momento crítico en la moderna historia de España.