En el mes de agosto preparó de forma cuidadosa sus mensajes. Sabia que el de Plaza de la Revolución era muy importante. Porque le escucharía una gran multitud pero también en muchos hogares cubanos. Gente sencilla y modesta. Con ideas razonadas pero también sin otras alternativas.
¿Se equivocó Francisco? Todo lo contrario. Acertó plenamente con una idea central. Hay que servir a las personas no a las ideas. Lo expresó de diferentes formas pero de forma sencilla y muy rotunda. "Quien quiera ser grande, que sirva a los otros y no se sirva de los otros".
Francisco explicó además lo que significa servir. "Servir significa en gran parte cuidar la fragilidad, significa a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes desprotegidos a los que Jesús invita a amar. Quien no vive para servir, no sirve para vivir".
Fueron palabras muy precisas para Cuba, una isla devastada en muchos aspectos pero con una gran esperanza de futuro. En la Plaza de la Revolución, las palabras de Francisco fueron muy definitivas. Quien las quiera escuchar y comprender, en toda su simplicidad y grandeza, comprenderá fácilmente las razones de un viaje que el Papa considera fundamental en su misión al frente de la Iglesia.
– Ver en Hechos de Hoy, Cristina, la invitada de honor de Raúl Castro en la misa de Francisco.