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UNA HUMILLACIÓN

Mujeres, superpoderes y aumento retributivo; de Oriol al karma de Nadella

No tiene sentido que una española, estando igual o mejor preparada que su homónimo español, tenga más dificultades para encontrar trabajo y que cuando lo encuentre cobre menos.

Hechosdehoy / G. Lucko
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Apenas apagados en España los ecos del alboroto originado por las palabras de Mónica de Oriol, presidenta del Circulo de Empresarios, referidas a las condiciones de contratación de mujeres – “prefiero una mujer de más de 45 años o de menos de 25, porque si se queda embarazada, nos encontramos con el problema” -, y de las que ha pedido disculpas en los micrófonos de la Cadena SER– “He sido víctima de mí misma. Pido perdón”-, el que la arma en Estados Unidos es el CEO de Microsoft, Satya Nadella, quien, en el curso de un encuentro sobre la mujer celebrado en Phoenix, debió sentirse elevado al séptimo cielo y subrayó la importancia del “karma y los superpoderes” de las mujeres como herramienta para llegar a la igualdad salarial de ambos sexos. Tal como nos revela en The New Yorker, un artículo de Vauhini Vara estas fueron las palabras del alto ejecutivo:

“No es realmente algo que se consiga solicitando aumento de sueldo, sino sabiendo y teniendo fe en que el sistema realmente le concederá ese incremento a medida que progresa. Y eso, creo, podría ser uno de los superpoderes adicionales que, francamente, poseen las mujeres que no reclaman aumentos. Porque eso es buen karma… Ese es el tipo de persona en la que pongo mi confianza. Ese es el tipo de persona a la que, en efecto, quiero dar más responsabilidad".

Quien le había hecho la pregunta y que estaba a su lado era Maria Klawe, presidenta de Harvey Mudd University y miembro de la dirección de Microsoft que, por su parte no dudó en decirle al Sr. Nadella entre aplausos: “ésta es una de las pocas cosas en las que no estoy de acuerdo con usted”.
Una vez consciente del traspiés, sobre todo por el revuelo levantado en los medios, el CEO de Microsoft envió un memorándum de explicación y un tuit de clamoroso tono rectificativo: “Our industry must close gender pay gap so a raise is not needed because of a bias.”

Lo cierto es que, como reporta Clair Cain Miller en New York Times, “a pesar de que las mujeres están cada vez más educadas que los hombres y sus niveles de resultados en la carrera son más altos que nunca, todavía reciben un trato diferente en el trabajo, incluyendo el percibo de un salario medio de un 20 por ciento inferior al que reciben sus colegas masculinos”.

En el mismo artículo se hace memoria de un estudio de la Carnegie Mellon University en el que se constata que las mujeres son menos propensas que los hombres a pedir aumentos y que esto contribuye a (ensanchar) la brecha salarial. En ese estudio se afirma que “los salarios iniciales de los hombres fueron en promedio un 7,6 por ciento más altos que los de las mujeres, en parte porque el 57 por ciento de los hombres negoció su salario, mientras que solo el 7 por ciento de las mujeres lo hizo”.

Son datos de Estados Unidos. Pero en Europa la brecha salarial no es menor: según informaba el pasado 28 de febrero Vivien Redding, entonces vicepresidenta y comisaria de Justicia de la UE, con datos de 2012 la diferencia entre el salario anual de una mujer y un hombre es de un 16,4 por ciento en la Unión. Pero en España es de un 17,6 por ciento.
El Plan Estratégico Igualdad de Oportunidades 2014-2016 elaborado por la española Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, con cifras de 2011, situaba es diferencia en el 22,99 por ciento.

Es mucho, es inequitativo, es injustificado y, si no es pidiendo aumento de sueldo, que me diga el Sr. Nadella qué tipo de karma y durante cuánto tiempo hay que poseerlo para alcanzarlo, porque supongo que sería excesivo para una nación esperar la reencarnación en altas ejecutivas de otra generación de mujeres.

No tiene ningún sentido que una española, estando igual o mejor preparada que su homónimo español, tenga más dificultades para encontrar trabajo y que cuando lo encuentre tenga que trabajar gratis hasta el 25 de marzo para comenzar a percibir la misma retribución anual.

La capacidad de ser madre y el hecho de efectivamente serlo no es una maldición ni para la empresa, ni para el Estado, ni para la Economía: no cabe fundamentar en esa modulación un trato humanamente reductor. Hacerlo es una humillación.

Estamos ante una convención que se ha encapsulado en el “karma” social y que no resiste un análisis. La degradación social de la condición femenina sólo es posible en un mundo sin piedad por adoración del dinero o por desnaturalización de la femineidad.

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