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LA FATIGA DE SERVIR

Los abrazos a Francisco en la cárcel de Rebibbia y látigo contra los del vinagre

Jornada central de Francisco llevando a Roma el sello personal que acuñó en Buenos Aires con nuevo mensaje que apunta a quienes no ponen por delante su humillación y el servicio.

Hechosdehoy / Hechos de Hoy / Mario García
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Intenso Jueves Santo de Francisco con su mensaje sobre el papel vital de los sacerdotes en la Iglesia. Un mensaje que fue importante porque de nuevo advierte a quienes le censuran abiertamente, y a las resistencias que hay en la curia.

Francisco habló con la crudeza de su lenguaje, que no es simple sino enormemente pedagógico, hilando siempre fino. Explicó muy claramente a los sacerdotes que no pueden ser "pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos".

También habló de la importancia de dar la cara, de esa expresión que tanto le gusta de "oler a oveja". "El pueblo fiel no nos deja sin tarea directa, salvo que uno se esconda en una oficina o ande por la ciudad en un auto con vidrios polarizados", dijo Francisco. Y puso ej ejemplo de lo que no debe ser un sacerdote, en lo que algunos avistaron como nueva señal a sectores de la curia que no aceptan que un jesuita gobierne la Iglesia con liderazgo y timón de cambio. "Nada que ver con esos que huelen a perfume caro y te miran de lejos y desde arriba", señaló Francisco con cierta severidad.

El Papa habló de nuevo del poder del mal. Instó a los sacerdotes "no sólo a hacer el bien, con toda la fatiga que conlleva, sino que hay que defender al rebaño y defenderse uno mismo contra el mal". "El maligno es más astuto que nosotros y es capaz de tirar abajo en un momento lo que construimos con paciencia durante largo tiempo", habló Francisco. Y dejó el mensaje de que "hay que aprender a neutralizar el mal".

Impresionante en el Jueves Santo la visita de Francisco a la cárcel romana de Rebibbia para lavarles los pies a seis hombres y seis mujeres, la mitad de ellos extranjeros. Los presos le recibieron con cerrados abrazos. Es una de las tradiciones acuñadas por Francisco en Buenos Aires que llevó a Roma. Esta vez, a diferencia del acto en la Capilla Sixtina con la visita de vagabundos seguida de cena -en la que no quiso fotógrafos ni que quedaran imágenes como recogio Hechos de Hoy-, permitió que quedara constancia.

Francisco quiso humillarse. Es una reflexión para los cristianos pero igualmente para los cardenales, para la curia. "Jesús lava los pies a los apóstoles. ¿Estamos dispuestos a servir también nosotros así a los demás?" es la reflexión que dejó Francisco en un tuit antes de esta visita. 

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