Una persecución continua e implacable es a la que se ve sometido Liam Neeson en Infierno blanco, una lucha por la supervivencia en un páramo desconocido de Alaska en la que el hombre tiene que adaptarse a la naturaleza en una película que no reinventa el género, pero que consigue poner en marcha toda la maquinaria para desarrollar una historia impecable para los amantes de este tipo de aventuras.
Una manada de lobos persigue a un equipo de científicos que buscaban petróleo en el estado perdido de Estados Unidos, Alaska. Frío penetrante, nieve y desasosiego se alían contra el grupo, expuesto a los peligros que continuamente les asaltan.
La película cuenta con la dirección de Joe Carnahan, todo un experto en el género de acción al que ha dedicado toda su carrera profesional. La ambientación y un guión bien estructurado demuestran que es posible elaborar una buena película sin contar una historia excepcionalmente grande o novedosa.
Que Liam Neeson no es el joven que sorprendió en La lista de Schindler es un hecho, pero quizá ese carácter marcado por la experiencia y la veteranía, junto al ambiente de postal de nieve y naturaleza salvaje, confieren a Infierno blanco una armonía agitada, en la que el ritmo incesante marca las pautas de la película.
Infierno blanco, originalmente titulada The Grey, se convirtió en la película por excelencia de las taquillas norteamericanas y llega con el respaldo de los críticos más duros. "Una pequeña, dura y magnífica película, técnicamente competente y brutalmente eficiente, con una historia sencilla que se aventura en un profundo territorio existencial", relata A. O. Scott, de The New York Times. "Una épica de supervivencia asombrosamente emocionante y profundamente perturbadora, llena de belleza y terror y una balsámica sensación de gracia, nos lleva cara a cara con nuestros peores miedos", defendió Peter Travers, de la Rolling Stone.
La lucha contra los elementos
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