Aunque nunca se había determinado quién era este cruel y sanguinario asesino, lo cierto es que las dudas sobre su nombre y aspecto parecen confirmarse. Sobre todo a raíz de la publicación de un nuevo libro sobre Jack El Destripador asegura que era un inmigrante polaco de 23 años llamado Aaron Kosminski, que en la época fue considerado sospechoso.
De esta manera, el británico Russell Edwards desvela en Naming Jack the Ripper o lo que es lo mismo Identificando a Jack el Destripador que el asesino en serie que sumió en el terror al Londres de finales del XIX y que en 1888 mató al menos a cinco mujeres, a las que degolló, destripó y abandonó en callejones del barrio de Whitechapel, era un inmigrante polaco.
Edwards, que confiesa ser "un detective de butaca", mantiene que el enigmático asesino fue "definitiva, categórica y absolutamente" el polaco Aaron Kosminski, que acabó muriendo en 1919 de gangrena en la pierna en el psiquiátrico donde ingresó en 1891. Afectador por sus problemas mentales, consiguió emigrar a Inglaterra desde la Polonia controlada por Rusia con sus padres en 1881.
Fue en esa época cuando la Policía Metropolitana de Londres (MET), también conocida como Scotland Yard, consideró al joven uno de seis sospechosos, aunque no había pruebas concluyentes. Su autoría viene dada tras analizarse un chal que presuntamente perteneció a una de las víctimas y que él compró en una subasta.
Supuestamente, el sargento Amos Simpson de la Policía londinense recogió la prenda cerca del cuerpo de la segunda víctima, Catherine Eddowes. El sargento se lo quiso dar a su esposa pero al verlo con sangre, ella se negó a llevarlo por lo que fue pasando de generación en generación hasta ofrecerse en subasta.
Tras adquirir la prenda, Edwards encargó al profesor de biología molecular Jari Louhelainen, que lo analizara. "Poseo la única prueba forense en la historia del caso", afirmó el empresario convertido a escritor en declaraciones recogidas por la agencia local PA. "Cuando descubrimos la verdad, fue la sensación más increíble de toda mi vida. Gracias a Dios que el chal nunca se lavó, pues contenía pruebas clave", comentó.