Las lágrimas que saben más amargas
Son las que llevan dentro las palabras
Que se quedaron en el corazón
(El primer día del resto de nuestra vida, Oreja de Van Gogh)
No vi en directo la comparecencia del ministro portavoz del Gobierno, Iñigo Méndez de Vigo, del pasado viernes, 4 de noviembre. Acabo de visionar el vídeo de la rueda de prensa tras el primer Consejo de Ministros.
Me ha parecido un interesante material para el análisis de la función de portavoz. Función que está presente en todos los gobiernos y también en empresa y corporaciones que valoran las competencias comunicativas.
Una de las debilidades mórbidas en bastantes organizaciones reside, precisamente, en el desprecio a la tarea de explicar, de dar cuenta de lo que allí se cuece. Sucede de varías formas: no teniendo una voz clara y cálida, no teniendo un portavoz competente y no teniendo valor y libertad para dejarle hacer su labor y responder.
Y de esos polvos vienen lodos cargados de materia mediática explosiva: oscuridades, ambigüedades, rumores falsos, verdades a medias, desmentidos tardíos, engaño a los medios, contagio de la desconfianza sobre el resto del equipo y, al final la dramática pérdida de la credibilidad, tesoro íntimo de toda persona y organización.
En los días que vivimos de este siglo, con todo lo dicho y escrito sobre comunicación es imperdonable que una organización carezca de credibilidad. Una voz clara y cálida implica una estrategia de comunicación; el valor y la libertad de comunicar con responsabilidad componen la sangre vital de dentro de la organización excelente. Es vital porque es una demanda de los empleados, colaboradores y de cuantos en la sociedad se ven afectados por la acción directiva de cada organización.
Y el portavoz competente, ¿qué capacidades ha de poseer?
Hay muchas, pero cinco de ellas son específicas de su ser-comunicativo.
1.- Naturalidad
Si antes se coge a un mentiroso que a un cojo, antes se desconfía de un portavoz artificial que de uno sencillo. Naturalidad que no es vulgaridad. Naturalidad que no es estar con el último tic social. Qué bien retratan esa actitud ridícula por falsaria los guiones de cine cuando ponen a un padre intentando recuperar la confianza del hijo hablando al estilo guay.
La naturalidad que se pide al portavoz de una institución, como un Gobierno o una Corporación, tiene que ver mucho con la integridad de la persona que no tiene complejos, que no va de nada y que respeta a sus interlocutores. Un ejemplo de esa naturalidad la ha tenido el portavoz Méndez de Vigo cuando ha pedido que, dado que sólo llevaba unas horas en el cargo, los periodistas presentes, al hacer su pregunta, dijeran antes su nombre y el medio para el que trabajaban. También y varias veces cuando ha respondido sencillamente “no lo sé”; por ejemplo cuando le han preguntado quién será el nuevo director de la Oficina Económica del Presidente, que sustituirá a Álvaro Nadal, nombrado ministro.
Naturalidad también es fidelidad a un encargo que es instrumental: él no es el Gobierno, sólo es su voz ante los medios.
2.- Conocimiento de la materias
No se trata de que sea una mente privilegiada. Es imposible que un portavoz gubernamental conozca todos los detalles (tecnológicos, matemáticos y normativos) de los distintos ministerios. No lo tiene que saber todo, pero tiene que tener fresca la información y activada la capacidad de síntesis para transmitir lo relevante: el público presente en sala lo componen periodistas especializados a los que no hay que aburrir y a quienes los datos han de dárseles con conocimiento.
3.- Veracidad
No es lo mismo veracidad que verosimilitud. Pocas cosas han hecho tanto daño a la noble actividad política como el afán de algunos políticos de dorar las hojalatas de su actividad, de preferir la apariencia de verdad (lo verosímil) a la adecuación a la realidad (la verdad). Veracidad tampoco es inventarse la realidad que no se conoce, ni lanzar hipótesis no verificadas. Obviamente un portavoz no tiene que decir más verdad que la que es de interés público y lo que no deje sombra de ocultación culpable.
4.- Escucha
Como parte de la empatía, la escucha activa fundamenta una relación fluida en dos sentidos: hacia “arriba” para entender bien lo que quieren transmitir los distintos ministerios y el Gobierno como órgano. Y hacia “abajo” para comprender – y hacerles sentirse comprendidos – a los periodistas a los que tratará al menos cada viernes. Escuchar es un modo de respetar y ser leal.
5.- Sagacidad
A propósito de un ministro recién nombrado, a Antonio García Barbeito alguien le había dicho que el nuevo ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido “se le ve bonachón”. El periodista destilaba en su columna periodística una idea muy sensata: “un hombre bueno está mas cerca de ser justo que uno malo”.
Y ser justo es una atributo que tendría que ser aplicable a todo ministro. Ser bueno no es algo negativo, aunque muchos confunden bueno con tonto. Y es porque no saben que bondad y sagacidad no son contrarios sino complementario. Sagaz es un hombre astuto y prudente, que prevé y previene las cosas.
Un buen portavoz ha de estar preparado para informar directamente o responder sin titubeos a preguntas incisivas de los profesionales. Y eso, si es sagaz, lo tendrá previsto prudentemente.
Muchas otras capacidades pondrá en juego el portavoz del Gobierno, Iñigo Méndez de Vigo, pero de estas cinco señaladas ya ha dado muestras de un cierto dominio en los 29 minutos de su primera rueda de prensa en el Palacio de la Moncloa. El primer día del resto de su vida… de portavoz.