En el umbral de la Semana Santa, dos mensajes muy importantes del papa Francisco. En el primero, rechazo y condena a la trata de personas. En el segundo, petición personal de perdón, en nombre de la Iglesia por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes.
La trata de personas
En las cuestiones que son cruciales, Francisco reiteró el jueves el rechazo total a la trata de personas. "Es una herida abierta en el cuerpo de la sociedad contemporánea, una herida en el cuerpo de Cristo. Es un delito contra la humanidad", dijo Francisco en un mensaje lleno de fuerza, dolor e indignación.
En el primer viaje de su pontificado, en la isla de Lampedusa entre Italia y Túnez, expresó esta condena y su indignación. Francisco es una Papa que se indigna, y cuando lo hace, cierra su puños para que sus palabras sean un aldabonazo contra la sociedad de la indiferencia, que en todas las culturas, golpea a niños y ancianos, y margina a los más débiles.
Francisco, como hombre que pasa de la palabra a la acción, quiso conocer de cerca las preocupaciones y programas de organizaciones comprometida en la lucha contra la trata de personas y la coordinación de las policías. Descendió también a las experiencias más brutales y sórdidas en una audiencia especial con cuatro esclavas sexuales liberadas de Argentina, Chile, Hungría y República Checa. Según un informe de la organización Walk Free Foundation, 30 millones de personas viven en la esclavitud en todo el mundo. El Papa quiso así que sus palabras sellaran la máxima importancia que concede a las acciones de gobiernos y policías en esta odiosa nueva esclavitud.
El perdón por el daño de sacerdotes
En el Viernes de Dolores, Francisco habló con la mano en el corazón en una muy importante a la Oficina Internacional Católica de la Infancia (BICE). Francisco, desde el comienzo de su pontificado, conoce muy bien que la herencia más difícil recibida de Benedicto XVI es la del año de los abusos sexuales a niños cometidos por sacerdotes.
Frente a otras opiniones de quienes esperaban la disolución de la Legión de Cristo, marcada de forma dramática por su fundador, Marcial Maciel, el Papa ha asumido de forma personal la responsabilidad de pedir perdón. En muchos gestos y declaraciones lo ha mostrado y enfatizado. Pero antes del comienzo de esta Semana Santa quiso de manera personal pedir perdón. No ahorró ninguna palabra ni se escabulló en la retórica.
"Me siento llamado a hacerme cargo de todo el mal que algunos sacerdotes -bastantes, bastantes en número, aunque no en proporción con la totalidad- y a pedir perdón por el daño que han causado por los abusos sexuales a niños. La Iglesia es consciente de este daño. Es un daño moral y personal cometido por ellos, pero como hombres de la Iglesia", dijo Francisco. Y lo enfatizó. "Y nosotros no queremos dar un paso atrás en el tratamiento de este problema y en las sanciones que se deben aplicar. Al contrario, creo que debemos ser muy duros. ¡Con los niños no se bromea!", proclamó.
Se trata de un mensaje personal, por supuesto en nombre de la Iglesia, pero también dirigido a la Curia en una contundente declaración por primera vez de que como Papa no minimiza ni tampoco relativiza el problema de la pederastia. Francisco hizo todos los énfasis, por muy doloroso que sean, de que son “bastantes” los sacerdotes involucrados. Advirtió a la Curia de que bajo ningún concepto se puede contemporizar.
Francisco pronunció estas palabras en la audiencia a la Oficina Internacional Católica de la Infancia enfatizando la responsabilidad y la importancia de los derechos de los niños, y aludiendo también a los proyectos para luchar de forma decidida contra “el trabajo esclavo, el reclutamiento de niños soldados y todo tipo de violencia sobre los menores”. “A mí me gusta decir que en una sociedad bien formada los privilegios deben de ser solo para los jóvenes y para los ancianos. Porque el futuro de un pueblo está en mano de ellos. Los niños porque ciertamente tendrán la fuerza de llevar adelante la historia. Y los ancianos porque llevan consigo la sabiduría de un pueblo y deben transmitirla”, subrayó Francisco.
El Papa ha querido explicar así, de forma pedagógica, la importancia de la comisión para la tutela de los menores y el papel de Marie Collins, de 66 años, quien sufrió abusos de un sacerdote cuando tenía 13 años y estaba enferma. El nombre de esta irlandesa, Marie Collins, es un reconocimiento a la vez de la primera reacción de Benedicto XVI en la lucha contra la pederastia. En 2012, sus confesiones en directo en Ciudad del Vaticano ante representantes de conferencias episcopales de todo el mundo y órdenes religiosas se convirtieron en un mazazo.
La confesión de Marie Collins
“Yo estaba enferma y lejos de mi familia, y me sentí más segura cuando un capellán católico vino a visitarme y a leer conmigo. Yo pensaba que un sacerdote era el representante de Dios en la Tierra y de forma automática debía tener mi confianza y mi respeto. Cuando él empezó a tocarme y a tomar fotografías de las partes más íntimas de mi cuerpo, yo me resistí. Pero me dijo que él era un sacerdote, que no podía actuar mal y que yo era estúpida si pensaba lo contrario… Pero aquello provocó una gran confusión en mi mente: los dedos que abusaban de mí cuerpo en la noche eran los mismos que me ofrecían la sagrada hostia a la mañana siguiente. Han pasado 50 años y no lo puedo olvidar. Aquellas visitas nocturnas a mi habitación cambiaron mi vida”. Aquel mensaje de Marie Collins lo ha tenido muy presente Francisco.
Benedicto XVI no pudo acometer la respuesta que exigía este escándalo. Francisco lo ha convertido en punto central de su papado, incorporando además al Papa emérito al momento del reconocimiento a la figura de Juan XXIII y Juan Pablo II -el acto de los cuatro Papas como destacó Hechos de Hoy-. Francisco. Antes de su viaje a Tierra Santos, recordó a la Curia que la pederastia es “una tragedia” y que la curación de las víctimas es esencial, “una preocupación prioritaria” para una comunidad cristiana.