El director del FBI (Buró Federal de Investigaciones, Federal Bureau of Investigation), James Comey, fue tajante ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
Afirmó que Donald Trump, en el tiempo en que fue candidato a la Presidencia de Estados Unidos, no fue espiado. Negó que se hubieran intervenido sus teléfonos. Fue tajante al rechazar las acusaciones de espionaje a sus conversaciones o actividades. Negó de plano por tanto cualquier implicación del expresidente Barack Obama.
La declaración de James Comey tiene enorme relevancia. Se convierte en un inédito desmentido al presidente Donald Trump. Y en un varapalo político, un revés sin precedentes para la Casa Blanca al ser desmentida por el FBI. De nuevo cotas realmente sorprendentes en la escena política de Estados Unidos tras irrumpir el populismo (en este caso de derecha radical y antisistema) y llegar a la Casa Blanca.
Fue insólito primero que Donald Trump, como presidente, y líder del Partido Republicano, acusara de forma pública a Barack Obama de haber espiado su cuartel general durante la campaña electoral. Se convierte ahora en inédito que el FBI haya desmentido los tuits incendiarios de Donald Trump.
El presidente acusó de forma reiterada en Twitter a Barack Obama de "mal chico", y "desagradable". Y comparó lo ocurrido con el escándalo Watergate. Ahora quedó en evidencia, al haber lanzado afirmaciones falsas, y con el mayor golpe a su reputación y credibilidad. Insólita presidencia que avanza a trompicones, no precisamente en la buena dirección.
