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SÍNDROME METABÓLICO

Cuándo se come es aún más importante que lo que se ingiere a diario

La ingesta de alimentos puede alterar nuestro reloj biológico, muy especialmente en el caso de órganos como el hígado y el intestino, por lo que es importante comer con regularidad.

Hechosdehoy / Carmen Rodríguez Campos
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Al dime lo qué comes y te diré cómo puede ser tu estado de salud es una de las frases que más repiten los médicos. Ahora, habrá que unirle una nueva: dime cuándo comes. Dos estudios que se publican en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, afirman que comer en horarios irregulares supone un mayor riesgo de padecer el síndrome metabólico.

Los seres humanos, tal y como sucede con todos los seres vivos, nos regimos por un reloj biológico interno que dicta cuándo se debe alimentar y dormir. De hecho, son numerosos los estudios que constatan que las alteraciones en nuestro horario de sueño pueden tener consecuencias muy nocivas para nuestra salud, sobre todo para nuestra salud cardiovascular.

Y es aquí donde se pregunta si sucede algo cuando se altera el horario de las comidas. Según concluyen estas nuevas investigaciones comer de forma desordenada se relaciona con un mayor riesgo de padecer el síndrome metabólico, es decir, de desarrollar enfermedades como la diabetes tipo 2, la obesidad y la hipertensión arterial.

Concretamente analizaron el impacto sobre la salud de los horarios, regulares o irregulares, de las comidas desde dos perspectivas distintas: el equilibrio o desequilibrio de ingesta de calorías a lo largo del día y los trabajadores por turnos. El primero de los estudios compara los efectos que, sobre la salud general, tienen los patrones de alimentación de los países anglosajones y de los países mediterráneos.

 Y es que contrariamente a como sucede en las naciones de la Europa meridional (el ejemplo citado en el estudio es el de Francia), en los que las comidas no solo tienen una función meramente nutritiva, sino también un componente social, los habitantes de Reino Unido y EE.UU. tienen un concepto más pragmático de las comidas.

O lo que es lo mismo, comen para ingerir las calorías necesarias, obviando todo posible deleite relacionado con el comer. Así se explica que los británicos abusen de los alimentos precocinados y altamente calóricos, así como que se salten muchas más comidas.

Pese a ello, las diferencias no acaban ahí. En los países mediterráneos, la comida principal es la que se realiza al mediodía, por lo general en casa (cuando resulta posible) y en compañía. No así en los países anglosajones, en los que la ingesta de energía se incrementa gradualmente a lo largo del día, con desayunos poco copiosos y cenas muy abundantes.

Concretamente, las evidencias de un reciente estudio llevado a cabo con mujeres con sobrepeso u obesidad muestra una mayor pérdida de peso y unos mejores niveles de azúcar en sangre cuando la mayor ingesta calórica tiene lugar en el desayuno, que no en la cena. Tal es así que el patrón de alimentación anglosajón, caracterizado por unas cenas abundantes, no parece el más recomendable.

“Parece que el dicho Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo esconde alguna verdad. Sin embargo, hay que desarrollar más estudios para confirmarlo”, comentó Gerda Pot, directora de la investigación.

El problema es que, como recuerdan los autores, la mayoría de las guías sobre alimentación se centran en qué debemos comer y ofrecen muy pocas recomendaciones sobre cuándo realizar las comidas a lo largo del día.
 
Como concluye Gerda Pot, “cada día tenemos más conocimientos sobre qué alimentos debemos tomar. Pero no hemos resulto la duda de qué comida debería proporcionarnos la mayor energía. Y si bien las evidencias sugieren que el mayor consumo de calorías en la noche se asocia con un mayor riesgo de obesidad, todavía desconocemos si la ingesta de energía debería distribuirse equitativamente a lo largo del día o si el desayuno debería contener la mayor proporción de energía, seguida de la comida y de la cena”.

“Muchos de los procesos metabólicos asociados a la alimentación siguen un patrón circadiano. Es el caso del apetito, de la digestión y del metabolismo de las grasas, el colesterol y la glucosa. Así, la ingesta de alimentos puede alterar nuestro reloj biológico, muy especialmente en el caso de órganos como el hígado y el intestino. Y de la misma manera, nuestro reloj interno también está regulado por el ciclo día/noche, que puede afectar a nuestro modo de alimentarnos”, explicó. 


– Ver en Hechos de HoyMayor IMC en la adolescencia desencadena mayor riesgo de insuficiencia cardiaca

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